domingo, 6 de noviembre de 2011

Tercer libro. Capítulo 6: El Sr. Martín.


Pasaron ya varios meses desde que Jador pudo vengarse de su hermano causándole una muerte truculenta y tortuosa. Ya no se hospedaban en aquel hostal, ni tampoco se encontraban en España, habían viajado hasta Los Ángeles, dónde poder realizar su próxima venganza. 

Todo era demasiado fácil gracias a la esfera. Su poder se había incrementado desde hacía ya tiempo, y sus efectos eran aún más fuertes y con más efectividad. Irina y Jador ya eran la típica pareja de asesinos, enamorados el uno del otro, atraídos fuertemente por lo físico, pero con un toque sentimental hacia la persona de cada uno, o eso creía Jador. El chico estaba perdidamente enamorado de ella, y su carácter había cambiado rápidamente. Ya no era tan afable, ni simpático como antes, y mucho menos inocente, ya se trataba de un Jador más calculador y frío, su corazón sólo latía cuando los labios de Irina chocaban con los suyos. En cambio, Irina había adoptado una postura más inocente y como infantil cada vez que se encontraba cerca de Jador. Cada uno había cambiado sus papeles, y parecía ir mejor la cosa.
Llegados a la gran ciudad, y hospedados en una habitación de un lujoso hotel sin que nadie pudiera darse cuenta de ello, se encontraban la pareja asesina, allí, en busca de la venganza para causarle a alguien que hizo bastante daño en el pasado al chico. Pero Jador no quería pensar en ello, Jador quería mantenerse en tranquilidad y en silencio, tumbado en la cama, y junto al cuerpo de su quería y amada Irina. Nada más. La chica aceptó, y se tumbó a su lado, agarrando su cabeza en sus pechos y acariciando su cabello. Con sus miradas perdidas, observaban un extraño y lejano punto en el techo, mientras sus bocas se mantenían cerradas y sus corazones latían al unísono. Jador cogió la mano de la china, la cual estaba acariciando su cabello, y le dijo:

—Irina, supongo que ya lo sabrás, pero he de decírtelo.

—Dime, Jador—se mostró receptiva.

—Te quiero.

Durante unos segundos, la chica se mantuvo en silencio, no sabía qué decir, ni cómo reaccionar, pero usando la misma técnica, le contestó:

—Y yo, yo también te quiero, Jador.

Y sin nada más, los de se volvieron a mantener en silencio, acariciando su piel, sus labios, sus cabellos y con algún que otro beso por en medio. 

Jador estaba enamorado de ella, su corazón ya le pertenecía, y eso no era buena opción ni mucho menos. Irina no era nada de fiar, pues su corazón no estaba vivo, sino muerto.

Al día siguiente, los rayos del sol penetraron a través de la fina cortina de seda que tapaba algo la ventana de la habitación. Un extraño aroma, mezclado con pan tostado, mermelada y un buen café, hicieron que Jador se desvelara de sus sueños y despertara. Vio a Irina con una gran bandeja, dirigiéndose hacia la cama y llevándola como si fuera una anfitriona. Jador se acomodó sobre la almohada y le preguntó algo extrañado:

—Pero, ¿por qué has traído una bandeja para el desayuno? ¡¿Y cómo?!

—Hoy es tu cumpleaños, ¿no lo recordabas?

—Oh, es verdad… ¡Es 26 de febrero! Dios… Cumplo 25 años ya.

—Sí, sí, sí—contestó con un tono musical, y prosiguió—.Hoy cumples 25 años, y deberías celebrarlo como es debido.

—Asesinando a…

— ¡AL SEÑOR MARTÍN!—contestó Irina continuando la frase.

—Aj, aj, aj, lo voy a asesinar de una muy buena manera, ya verás.

— ¿Tú crees? No sé cómo lo vas a superar, las otras muertes fueron bastante originales y muy buenas… Te va a costar, eh, aj, aj, aj—dijo Irina con un comportamiento bastante pueril pero a la vez feliz.

—No, ya verás, va a ser muy fácil, y te sorprenderás—contestó Jador con un tono insinuante.

—Sé que me sorprenderás—terminó por decir Irina a la vez que se abalanzaba sobre él y le comenzaba a besar.

Durante todo el día estuvieron juntos en la cama, besándose, abrazándose y teniendo sexo sin parar, algo bastante gratificante y valorado como un regalo por su cumpleaños para Jador, teniendo en cuenta que a la noche, podría asesinar a otra pieza, otro ser, otro desagradecido que causó mellas en la vida del chico.
Siendo ya de noche, la pareja asesina pudo camuflarse en ropaje de tonos oscuros y flexibles, perfectos para poder caminar un poco por la calle, llegar a la mansión del Sr. Martín, y poder causarle una muerte lenta y dolorosa como consecuencia de todos esos años los cuales hizo bastante daño y causó dolor tanto físico como sentimental al chico. 

Mientras caminaban por algunas calles en las cuales no había absolutamente nadie, al chico le vinieron a la mente aquellas todas escenas las cuales él era famoso, y caminaba por ese mismo asfalto, acompañado de sus guardaespaldas, con un ropaje original y único, y con el acompañamiento unísono de los vítores y gritos de todos sus fans, una escena totalmente eufórica y detonante de su gran felicidad. Pero todo aquello había pasado. Ahora se encontraba en aquellas calles, vestido como si de un asesino se tratara, y en busca de llegar a la mansión, situada a pocos metros del hotel en el que se encontraban. 

Irina vio que Jador cesaba un poco en su intensidad caminando hacia la mansión, y le preguntó algo preocupada:

— ¿Qué te pasa, Jador?

—Nada… Simplemente estoy algo confuso, y un poco nostálgico—respondió éste mientras seguía hacia delante.

—Pero, ¿por qué?—preguntó nuevamente una Irina más preocupada.

—Porque… Porque recuerdo cuando pisé estas calles vistiendo y siendo de otra manera, cumpliendo mi sueño por fin, y veo que ya todo está desvanecido, me siento un poco… Mierda.

 —No debes sentirte así, ven—le dijo Irina para que pudiera darle un abrazo, y continuó—.En serio, no debes sentirte así, ya has vivido esa etapa, la has experimentado, y ahora te toca vengarte, otra etapa en tu vida, una etapa placentera y liberadora. 

— ¿Tú crees?

—Sí, la verdad que yo creo eso y ahora, vamos en busca de la mansión, está ya a pocos metros, podrás vengarte del Sr. Martín, y de ese modo, podremos volver a España para que así no veas más estas calles, y tus recuerdos no inunden tu mente.

—Vale, te haré caso…

Los dos continuaron su travesía hasta llegar a la mansión. Todo aquel plantel le ocasionaba a Jador más nostalgia y melancolía. Pudo visionar la colina, con sus árboles típicos del lugar, más aquella postal formada por el mar, y una gran luna inmensa, brillante con un toque que casi ardía si la tocabas y que iluminaba aquel trozo de océano. La mansión seguía en perfecto estado, nada ni nadie la había deformado, y eso le causó a Jador aún más dolor en su interior. Aunque lo hubiera pasado bastante mal por entonces, deseaba regresar y seguir sintiendo aquello. Eran buenos tiempos, en realidad. Lo eran. Pero no podía hacerlo, siquiera podía usar la esfera y regresar durante unos minutos para experimentar aquello. Ya todo eso era pasado, todo eso ya no pertenecía a su vida actual, así pues, entró por la puerta principal, que estaba formada por vallas de elegantes formas, y llegó hasta la gran y maciza puerta de madera, que inmediatamente pudo atravesar gracias a la esfera.

Una vez dentro, la pareja asesina pudo darse cuenta que todo estaba oscuro, parecía no haber nadie hasta que oyeron un extraño ruido situado en la planta de arriba. Los dos subieron lentamente, en silencio sin que nadie pudiera oírlos, y vieron que una pequeña raya de luz salía de una habitación. Continuaron un poco más, hasta que Jador abrió la puerta y se encontró con algo un poco impactante: el Sr. Martín estaba sentado en una silla de ruedas, con un aspecto bastante mayor, arropado en una fina manta de cuadros, y observando una foto de Jador cuando era joven. 

El Sr. Martín alzó su mirada y no se sorprendió cuando vio a los dos chicos allí, y con aquella ropa. Soltó la foto sobre la mesilla, y girándose lentamente debido a su edad, miró a los dos chicos, y dijo con una voz bastante anciana y casi inaudible:

— ¿Qué haces aquí, Jador?

— ¿Cómo… Cómo has podido… Saber quién soy?

—Sabía que vendrías… He visto en las noticias las sucesivas muertes que ha habido en España… Todos familiares o personas cercanas tuyas, que han hecho daño en tu vida, y que tú te estás vengando… Sabía que vendrías para vengarte de mí, y me lo merezco.

—Sí, te lo mereces, ¡le hiciste mucho daño!—se metió Irina casi pegándole una bofetada al Sr. Martín.

— ¡Para, Irina, para! Deja que lo lleve a mi manera—se apresuró a decir Jador.

—Pero, ¿por qué? ¡Mátalo ya, Jador, venga!

—Antes de matarme, te quiero decir, Jador, que siempre te aprecié mucho. Aunque te hiciera todo aquello… He de decirte, que siempre te he querido de una manera especial… Siento no habértelo mostrado mejor—se excusó el Sr. Martín mientras se preparaba para morir, bien sentado en su silla, y cogiendo la foto del chico en sus manos.

Jador se dio media vuelta, y salió de la habitación. Irina le gritaba por el camino a la vez que bajan las escaleras. Cuando el chico salió hacia afuera, Irina le paró y le preguntó exaltada:

— ¡¿Por qué no lo matas ya?!

—Porque no se lo merece, porque no ha hecho nada malo, y le perdono, Irina, ¡le perdono!

—No, no me vas a hacer esto a mí…

Irina cogió la esfera de Jador, la puso cerca de sus labios y deseó lo que el chico tendría que haber deseado.
Al momento, la mansión comenzó a temblar como si de un terremoto se tratara. Todo, poco a poco, comenzó a caer en pedazos por el precipicio. Aquella mansión se estaba cayendo en pedazos, y lo más seguro es que el Sr. Martín estuviera cayendo por el precipicio, o que alguna viga hubiera caído sobre él y lo hubiera matado ya. Jador, mientras observaba aquella situación, no pudo evitar dejar caer una lágrima de sus ojos. Aquellos recuerdos se estaban rompiendo como aquella mansión, y cayendo y desapareciendo, todo en pedazos, con un fuerte y estrambótico ruido, todo quedando en la nada, sólo con trozo de suelo. 

26, febrero, 2021.


No hay comentarios:

Publicar un comentario