domingo, 27 de noviembre de 2011

Tercer libro. Capítulo 9: Propia muerte.


Jador e Irina se encontraban en un hotel de lujo, como no, usando la esfera siempre ante todo. Ya habían celebrado en varias ocasiones las venganzas que acabaron con aquellas personas a las que Jador tuvo que dar muerte para sentirse completo. No tenían nada más que celebrar. Ya lo habían hecho todo y ahora sólo quedaba descansar y seguir disfrutando de la infinidad de deseos que la esfera podía proporcionar. 

Numerosas noches las pasaba Jador en vela, sin poder dormir apenas, pensando y recordando todas aquellas muertes que él ocasionó, excepto la del Sr. Martín, quien fue Irina la que lo mató. Exceptuando aquella muerte, las demás eran bastante agradables y placenteras tan sólo con volver a recordarlas.

Irina, por su parte, siempre andaba de la terraza a la habitación, de la habitación a la terraza y así continuamente sin parar, como si afuera, en el aire o con el sonido de los coches se sintiera mejor, más llena en su interior. Estaba un tanto ajena del chico, por lo que Jador no paraba de insistir y estar encima de ella preguntándole qué era lo que le sucedía. En efecto, contestaba siempre con un rotundo y simple “no”. En ocasiones, incluso desaparecía por un día entero y no volvía hasta ser completamente la madrugada. Era bastante rara la nueva vida y situación de Irina y en efecto, Jador no tenía ni la más mínima idea de lo que podía pasarle por la mente.

 
Aquella noche, aquella noche del 1 de mayo, era ella la que no podía dormir. Jador, por el contrario, podía dormir plácidamente y sin abrir los ojos por un momento. Se acomodó un poco en la cama y apoyada con su brazo sobre la almohada, comenzó a contemplar el rostro tranquilo y sereno de Jador. Tras unos segundos de mirada, alzó su mano sobre la cabeza de él, y comenzó a transmitir una extraña luz suave, y blanca, una luz que por mucho que cegara, no despertaría al chico.

Ya, en la mente de Jador, el chico comenzó a visionar un extraño escenario, algo familiar por un sueño ya pasado hace tiempo. Aquellas paredes de piedra, más esas alfombras junto con tapices, más esos típicos elementos decorativos, Jador pudo percatarse que se encontraba en el mismo lugar en que estuvo en ese sueño extraño de un castillo, con su rey, con su esposa e hijo, su pequeño ejército, y aquella amenaza inminente de la que tanto hablaban, aquella amenaza que estaba dispuesta a obtener la esfera central, la esfera principal, aquella esfera de mayor magnitud y poder que sólo se encontraba en el interior de ese enorme castillo situado en el más cortante  hielo y frío de la Antártida.

El chico, algo exaltado por encontrarse allí nuevamente y mediante un sueño, se paró un momento a observar, y pudo ver que el lugar estaba bastante destrozado, las ventanas rotas y con ello las velas totalmente apagadas. Vio que grandes charcos alargados de sangre indicaban a un camino. Jador, que estaba justo en el mismo despacho que en un tiempo pasado fue bastante bonito y populoso. Caminaba y caminaba, siguiendo los charcos de sangre. Pudo apreciar que se dirigía hacia aquella sala contigua y secreta en la que estaba su esposa y su hijo, aquel niño ansioso por saber qué era lo que estaba pasando segundos antes de la escena actual en la que Jador se encontraba. Abrió la puerta, y la habitación tenía un olor extraño, algo desagradable, putrefacto, y totalmente a oscuras. Jador pudo darse cuenta un poco de qué podía haber ahí, por lo que cerró la puerta y decidió dar marcha atrás en busca de otro camino guiado por más charcos de sangre.

Ya se hallaba fuera del despacho, escaleras abajo, guiado de nuevo por varios charcos de sangre. El ambiente del castillo era desolador y tenebroso. El frío de aquel hielo puro calaba las paredes y penetraba por todos los rincones. Jador sentía el frío, incluso atravesar sus huesos. Podía ver cómo las paredes estaban llenas de sangre, mano de guerreros segundos antes de morir, que la arrastraron por la pared como modo de auxilio, alfombras rasgadas y encharcadas, totalmente destrozadas por la zona de los hilos de oro, lámparas totalmente apagadas y con los cristales medio rotos, además de una oscuridad inmensa, que causaba incluso ahogo.

Jador continuaba andando hasta que oyó un gemido. Parecía que alguien aún vivía. Se guió por los demás quejidos que lanzaba aquella persona moribunda, y llegó al vestíbulo, un lugar cuya alfombra la formaban cuerpos y cuerpos de guerreros con armaduras metálicas y sin vida. Se podía oler incluso el aroma del hierro debido a tanta sangre. Jador oyó de nuevo un alarido, lo que le permitió ver de dónde provenía. Llegó hasta el rincón superior, cerca de la gran puerta de madera ya rota por completo. El chico llegó, y vio que aquellos gemidos eran emitidos por un joven guerrero, de no más  de 15 años. No tenía piernas, carecía de ellas, su sangre corría por su cuerpo cubierto por aquella armadura metálica, y su cara estaba llena de arañazos, dejando ver bien claro unos grandes ojos verdosos, pidiendo auxilio, pidiendo ayuda, e incluso muerte.

—No hagas nada—dijo una voz serena, tranquila  y algo grave.

Jador giró rápidamente su cabeza y vio que se trataba de un hombre encapuchado, vestido totalmente de negro, y que flotaba en el aire. Al momento, el chico se levantó ipso facto del suelo, se apoyó contra la pared, aterrado porque aquel ser lo había visto y supuestamente se trataba de un simple sueño.

—No te voy a hacer nada—contestó con su característica voz.

Al momento, suspendido en el aire, aquel ser se desplazó hasta el cuerpo del guerrero sin piernas. Una pequeña esfera con una luz blanca comenzó a brillar en su mano, y sin más, un haz de luz atravesó el pecho del joven guerrero acabando con su vida. Jador no dijo nada, pero su rostro pálido y sin expresión alguna más que de horror, lo decía todo.

—He de contarte toda la historia, Jador, todo esto que ves tiene una larga explicación—comentó aquel ser que se giraba al momento para dirigirse hacia el chico y que extendía su mano.

Jador agarró su mano y al momento se desplazaron hacia una sala totalmente vacía, con paredes infinitas y de color blanco, todo muy bien iluminado. Los dos se hallaban suspendidos en el aire, sin apoyarse en nada firme. Jador contempló aquel lugar varias veces, y preguntó:

— ¿Qué hacemos aquí?

—Debo explicarte el comienzo de todo y el fin, aunque… El comienzo ya lo sabes bien.

—Explícamelo ya, ¡necesito saberlo todo!—insistió un Jador algo ansioso.

De repente, las paredes se tornaron a un juego de colores que dieron lugar a una imagen de un paisaje que fue construyéndose mediante más elementos como casas teñidas en negro, un cielo nublado y rojizo, y un montón de gente sin vida tirada por las calles. El ser comenzó a hablar al momento que se desplazaban por aquella escena:

—Como bien sabes, obtuvimos el poder de las esferas gracias a una gran piedra horizontal que con la posición de la luna coincidiendo con el pico más alto ésta, se podía picar y conseguir multitud de esferas que, más tarde como también soñaste, se “vendían”, pero más bien, te elegían como portador de ellas y merecedor de su poder. Pero…

La escena comenzó a cambiar en muchas continuadas, escenas de guerras, de haces de luz volando y matando, de gente vestida de negro. El ser continuó:

—…Pero no supimos llevarlo bien. Los reyes de cada región obtuvieron sus esferas propias, y decidieron que lo mejor era crear una nueva era, una evolución más: asesinar a todos aquellos humanos carentes de esferas, y desarrollar a los poseedores de ellas. De esa manera, se creó una guerra con pérdida absoluta por parte de los “sin esferas”, siendo vencedores nosotros. En efecto, ganamos, pero perdimos algo muy valioso y es que… Ya no éramos humanos, éramos seres oscuros, sedientos de deseos inconcebibles ya que las esferas llegaron a un tope máximo.

Las escenas cambiaron de nuevo y llegaron a cuando aquel rey que Jador pudo ver en un sueño anterior, se proclama rey del mundo, salvador de las muertes y merecedor de la esfera más valiosa:

—Aquí ves, cómo aquel rey tan famoso llegó hasta donde llegó… Durante más de 100 años, un siglo vivió y más que podía, fue el guardián de la mayor esfera del mundo. Todo estaba en paz, y nadie hacía nada malo, excepto aquel chico que se sublevó, ese chico que todos pensaban que nunca llegaría a nada y que finalmente, sí llegó. Aquel chico…—la escena se transformó a un chico joven, con harapos por encima y una mirada triunfadora—. Aquel chico llegó muy lejos, parecía guiarse por los pasos de aquel rey, pero algo pasó, algo le pasó, alguien lo transformó y lo convirtió en el enemigo supremo, el enemigo que hasta cómo has visto hace poco, mató al rey, y consiguió la esfera más grande y poderosa del mundo.

 — ¿Qué pasó después?—preguntó Jador insistiendo aún más.

—Se llevó la esfera, la elevó en los cielos tenebrosos y oscuros de la Antártida, y llegó hasta el sur, allí deseó que el mundo se pusiera a sus pies, que él fuera el nuevo rey, el nuevo gobernador, el nuevo salvador de los infiernos, él lo deseó, pero, ¿sabes qué? La esfera era de mentira, esa esfera era una falsa apariencia, no existió nunca. Cuando realizó su deseo, ésta reventó en mil pedazos, consumiendo todo el poder que tenía aquel ser, matándolo finalmente.

— ¿Y dónde se haya ese poder?

—Dentro de ti, se haya dentro de ti, Jador. Tienes la oportunidad de liberarlo, de dejarlo escapar o de obtenerlo mediante este cuchillo—respondió el ser mostrando un chuchillo de elegantes trazos, y continuó—. Clávate este cuchillo en el corazón, cuando estés listo, y podrás desatar todo el poder que tienes, llegando a ti. Pero claro, cuando sólo estés listo, podrás viajar aquí de nuevo, y clavártelo en sueño, no en vida, por lo que no morirías, pero sí obtendrías todo el poder que quisieras.

Jador despertó al momento, con el cuchillo en la mano. Ya era de día. Se dirigió hacia el cuarto de baño, lavó su cara con agua fría y se miró ante el espejo con el cuchillo en la mano. ¿Estaría dispuesto a clavárselo en sueños para obtener tal poder?


01, mayo, 2021