martes, 2 de agosto de 2011

Segundo Libro. Capítulo 3: Deseos mortíferos.

Era invierno, Jador se encontraba en una casa rural y totalmente solo, a las afueras de Los Ángeles. Había pasado bastante tiempo desde aquella entrevista tan cruda y desde ese concierto que tantas buenas expectativas sobre sí mismo dio. Estaba un poco cansado de tanta fama y de trabajar como lo estaba haciendo, así que decidido, se instaló en una casa ajena a todo, aislada del mundo social y con una calefacción exquisita para los inviernos tan fríos, además de una decoración totalmente hogareña y relajante.

Se levantó del sofá en el que estaba tumbado y se dirigió hacia la encimera situada sobre aquella chimenea de de estilo muy moderno. La cogió con sus manos y comenzó a observarla con cautela, observando cada centímetro, cada milímetro, buscando algo que le indicara un poco más de información sobre la esfera y pudiera saber mucho más sobre ella.

Regresó al sofá y susurró unas palabras a la esfera como siempre hacía, rozando sus labios para que ésta sintiera el calor de su aliento y el tacto de su saliva: “Deseo que nieve por los alrededores de la casa”. En consecuencia, comenzó a nevar y Jador pudo ver hecho realidad su deseo nuevamente, pero la esfera no le indicó nada más nuevo, nada que pudiera enseñarle datos importantes, ni de su procedencia. En ese momento Jador se percató que debía pedir deseos más pretenciosos y ambiciosos, deseos que fueran con un nivel mucho más elevado. Así pues, realizando el mismo los mismos procedimientos, deseó lo siguiente: “Deseo que todo Los Ángeles arda”. A principio no vio efecto alguno en su petición. Salió de su casa, caminó un poco más hasta el borde de la colina y pudo ver cómo todo Los Ángeles estaba en llamas. Una gran masa de rojo intenso centelleaba en la oscuridad y elevados alaridos se oían desde ese lugar infernal. Jador aproximó la esfera a sus labios y deseó: “Deseo que todo ese fuego desaparezca y que Los Ángeles quede a salvo”. Su deseo cobró vida y se realizó sin dificultad alguna. Sabía que no podía realizar un contra deseo a uno ya deseado, pero sí realizar un deseo similar formado por otras expresiones o palabras.

Al momento, como si fuera llevado por una fuerza mayor e invisible hacia un mundo imaginario, pero recreado en su mente, Jador pudo visionar una escena principal constituida por ramas de bambú, una gran piedra bastante brillante vertical e irregular, y un claro en aquel bosque con alguien sentado sobre una piedra de grandes dimensiones. Ese alguien vestía con harapos de colores entre marrón oscuro y beige, sostenía una vara fina y endeble, además de llevar un sombrero de color negro. No parecía ser demasiado alto. Llevaba una barba un poco canosa, su piel era algo morena y sus ojos rasgados. Jador pudo apreciar que se trataba de alguien asiático en un paisaje del mismo lugar.

Era de noche, y la luna, como cada cuatro años siendo bisiesto éste, se posaba sobre aquella gran piedra horizontal y de ahí extraía siempre una esfera de las mismas características que la que Jador poseía. La luna se posó sobre aquella piedra como si de un hilo invisible pendiera del cielo oscuro haciendo que un extraño zumbido bastante intenso y profundo, inundara aquel pacífico e insonoro lugar.

Aquella gran piedra comenzó a brillar aún más todavía haciendo de este modo que una pequeña esfera mucho más luminosa, comenzara a salir del centro de ésta. La esfera cayó al suelo con lentitud, a lo que aquel hombre corrió hasta ella, la limpió con un extraño trapo que parecía estar compuesto por diamantes, y empezó a observarla con curiosidad. Jador desde un ángulo invisible lo contemplaba todo, debía estar muy atento pues la esfera le mostraba algo más de su origen y de su función.

De repente la escena cambió a otra como si de una diapositiva se tratara. Apareció en un gran pasaje lleno tiendas en mal estado constructivo, de gente asiática comprando diferentes alimentos, prendas y otros objetos necesarios.

Al fondo de todo aquel pasaje, vio unas tiendas de gran tamaño ocultas en grandes telas de color negro. Jador se encaminó hacia ella ya que le llamó demasiado la atención. Pudo apreciar una enorme cola de personas esperando para entrar en aquel lugar oculto bajo aquella tela. Jador continuó caminando puesto que era como un fantasma en esa escena, podría entrar sin siquiera ser físicamente molesto. Bien pues, se dirigió hacia el interior y cuando lo hubo hecho, pudo apreciar que se trataba de una sala bastante mística e iluminada sólo por miles de esferas exactamente iguales que la que él poseía.

Detrás de un enorme mostrador de madera maciza, había cuatro hombres de fornidos cuerpos sujetando una esfera tras cada persona que aparecía ante ellos, al fondo, había cuatro hombres también, pero éstos eran ancianos contemplando con cautela a cada persona que aparecía. Jador pudo darse cuenta que a cada persona que entraba se le ofrecía una esfera y que ésta debía elegir si ser portada o no por tal. La muchacha que se hallaba allí mismo vio el rechazo de ésta con ella y finalmente cómo era expulsada de la tienda. Apareció un hombre también de la misma raza. La esfera se le fue ofrecida del mismo modo que a la chica y esta vez Jador pudo ver cómo ésta le elegía como portador legítimo y salía de aquella tienda tan particular totalmente eufórico.
Tras aquello, la escena se fue esfumando lentamente como si de una capa de humo se tratara, haciendo Jador apareciera ante aquella casa rural de nuevo. Gracias a ese deseo pudo saber algo más sobre la esfera: sabía que si deseaba cosas demasiado elevadas para su nivel, moriría, y que si deseaba ambiciones demasiado grandiosas, podría desmoronarse todo lo deseado y caer en la locura. Ahora sabía algo más, sabía que antaño la esfera era producida por un encuentro místico y casi espiritual de la luna sobre aquella piedra de gran tamaño vertical.

Por aquel día Jador no quiso desear nada más que todo volviera a la normalidad pero con palabras y una forma expresada que no pudiera encontrarse rivalizada ante el deseo anterior y poder cumplirse y finalmente tras aquello, durmió plácidamente. Durante los días consecutivos, continuó deseando más pero no obtuvo información alguna sobre la esfera. Sabía que si quería saber algo más debía pedir un deseo mucho más exorbitante.

A las dos semanas de su gran descanso vacacional en aquella casa rural alejada de la sociedad y del mundo comercial, totalmente tranquilo para su estrés recreado por su corta fama, pensó en algo bastante ambicioso que desear, algo bastante bueno y obtener más información sobre ella. Bien pues, decidido, salió de nuevo a los exteriores de aquella casa y deseó algo bastante peligroso sin ser muy consciente de lo que podría acarrear: “Deseo que el mundo se resquebraje de lado a lado y se parta por la mitad”.

Jador fue llevado de nuevo a una escena del pasado de la esfera, vio que se hizo realidad y no pensó demasiado en aquel deseo que podría acabar con toda la existencia de la humanidad, incluso la suya propia. La escena de ahora en la que se encontraba estaba constituida por un mundo totalmente devastado por el terror y el horror, un mundo completamente destrozado y arrasado por fuego, hielo, agua, viento  y millones de cadáveres tirados por los suelos. Jador pudo percatarse al instante de qué pasaba: al parecer todos los poseedores de esferas se volvieron locos, cayeron en una locura inmensa y destrozaron el mundo asesinando a todos aquellos que no poseían una esfera.
Mientras Jador caminaba apesadumbrado por la situación ya que se hallaba en el mismo terreno que apareció en el deseo anterior de hace dos semanas, pero irreconocible por tal destrucción, pudo ver cómo tres figuras encapuchadas aparecían en la lejanía tras una llamarada de fuego que a su vez emergía del suelo. Las tres figuras acercando sus esferas a sus labios y comenzando a susurrar algo extraño, hizo que  Jador pudiera apreciar un haz de luz que emanaba de esas tres esferas en conjuntos, y que se dirigían hacia él, haciendo que apareciera en la vida real y tirado sobre la nieve.

El chico se retorcía de un dolor intenso, no podía respirar siquiera y sus ojos se inyectaron en sangre. Jadeaba sin poder, mientras que su corazón latía intensamente hasta parar. Con los ojos abiertos  y algo de vida en su cuerpo, pudo percatarse que tal deseo le provocó la muerte instantánea.

Durante unos segundos, mientras comenzaba a nevar sin reparo sobre su cuerpo ya fallecido, la esfera empezó a brillar con una intensidad jamás nunca vista. Un haz de luz emergió de ella y cubrió el cuerpo del chico por completo, cada ápice de su cuerpo. De repente sus ojos parpadearon y sus pulmones se llenaron de aire gélido. Resucitó.

Jador se puso en pie, observó la esfera y al instante se percató que era como una segunda oportunidad, una segunda oportunidad para no caer en el mismo fallo y hacerlo todo con cautela y cuidado. Apreció que el mundo se encontraba exactamente igual que cuando lo hubo dejado para presenciar una escena como información sobre su esfera.

Jador sabía algo más, pero aún no estaba del todo conforme, sin embargo ante lo sucedido, prefirió dejarlo para mucho más adelante y continuar disfrutando de su tiempo sabático.

24, noviembre, 2016