miércoles, 5 de octubre de 2011

Tercer libro. Capítulo 2: Linda y Ana.


Jador se sentía extasiado y eufórico por haber arrebatado ya la vida de alguien de su pasado. La esfera irradiaba una luz intensa, más blanca y brillante, todo por haber saciada su sed de venganza. Su mente se estaba envenenando, pero no aún lo suficiente como para que el chico desvariase por completo, y cometiera locuras. Aun así, su mente se estaba volviendo cada vez más oscura y mortífera, además la presencia de Irina era mucho peor aún, aquella chica le lavaba el cerebro cada día y le instaba a seguir cometiendo tales atrocidades sólo por la simple idea de venganza. De todas formas, Jador sentía un inmenso placer en su interior, un placer casi orgásmico, erótico, placentero, como si de una noche completa en sexo duro se tratara, sus ojos viraban en todas las direcciones, y su boca se secaba continuamente por tal placer al pensar en la muerte de su padre y en las 10 próximas consecutivas. 

Se encontraban algo alejados del barrio en el que ocurrió todo aquello, ya que querían dejar pasar el tiempo e ir a por otra víctima mientras que el resto de la familia y el barrio, quedaban conmovidos por la muerte de aquel hombre que era su propio padre. Así pues, decidieron instalarse en el hotel del barrio contiguo para al menos esperar un tiempo. Aquella noche, los dos estaban en la misma cama, mirando al techo sin parar y sin decir nada concreto. Irina, que estaba tumbada a su lado, le preguntó:

—Deberíamos hacer algo, ¿no crees?

— ¿Matar?—preguntó éste como si esa fuera la respuesta que tenía la chica en su mente.
 
—No, otra cosa, Jador. Otra cosa que nos gustará más.

—No logro saber que dices, Irina—comentó un Jador malhumorado.

Irina se abalanzó sobre él, agarrando sus manos hacia atrás y mirándole a los ojos fijamente mientras movía lentamente su pelvis rozando los genitales por encima del pantalón. Jador se inmutó bastante y preguntó algo exaltado:

— ¡¿Irina, qué quieres decirme con eso?!

— ¿Es que no te das cuenta, Jador? ¿No te das cuenta de lo que quiero decirte con esto? 

—Sí, pero… ¿Para qué?

—Tú sólo déjate llevar por lo que te diga, y verás como todo sale mucho mejor—le aseguró Irina, mientras lo iba desnudando.

Mientras comenzaban a desnudarse mutuamente y a llenar todo sus cuerpos de besos, la esfera emitía una luz muy intensa, muy fuerte, pero ya no era tan brillante ni blanca, algo ennegrecido la había contaminado y estaba disperso alrededor de ella, creando una especie de humo negro.

Jador no era consciente de lo que estaba sucediendo, era cierto que con Irina las cosas habían cambiado, y mucho, pero había otras peores que iban a cambiar, y eso Jador no iba a ser consciente. Aun así, el chico sentía como la energía de su cuerpo se fusionaba con la de Irina, y creaban una especie de arco extraño alrededor de ellos, un arco blanquecino y con una apariencia de truenos. Sentía un placer enorme e inmenso, todo causante de aquella fusión extraña y sin lógica alguna, pero Jador no era consciente de ello, sólo disfrutaba del sexo como nunca lo había disfrutado y no del peligro que estaba sucediendo. 

A la mañana siguiente, como si su cuerpo hubiera sido renovado al completo, Jador se había despertado de muy buen humor y sonriente ante todo, al igual que lo estaba Irina. Aquel día tenían mucho que hacer, tenían que ir en busca de las dos personas que querían asesinar, y luego crear un deseo para que tal muerte sucediera. Por suerte, y un gran alivio para ellos dos, Linda y Ana se encontraban en la misma ciudad, eran íntimas amigas y compartían un vehículo para ir a sus respectivos hogares. La diferencia era que estudiaban en sitios distintos, pero no era para nada importante, Ana tenía que recoger a Linda en la moto, y luego ir las dos juntas a casa.

Jador, por lo tanto, estaba aún más eufórico. Una muerte de dos personas más caería sobre su moral, pero estaba tan destruida y dañada, que no sentía apenas nada y le era indiferente. Olvidando eso como siempre, estaba totalmente listo y preparado para ir a la zona exacta donde realizar el deseo y poder acabar con esas dos que también formaron parte de su pasado, y ayudaron a que su adolescencia fuera un infierno. Irina lo paró unos segundos antes que salieran por la puerta, y le preguntó:

— ¿Tienes ya una muerte que sea original?

—Sí, es bastante original, rápida y poco dolorosa, pero lo es, te lo aseguro—afirmó Jador mientras sonreía levemente. 

Con una grata sonrisa por parte de Irina como aprobación, se encaminaron hacia el instituto en donde estudiaba Linda para seguirlas, y llegar hasta la plaza exacta dónde poder asesinarlas como Jador quería. Deseando a través de la esfera un coche, consiguieron llegar en pocos minutos hacia la facultad, aparcaron cerca de la puerta y vieron cómo Ana aparecía con su moto dispuesta a recoger a Linda. Si aquella mañana Ana supiera que moriría, evidentemente que no hubiera salido de su casa aunque tuviera una  emergencia, y si Linda supiera lo mismo, evidentemente que se hubiera quedado durmiendo en su cama, disfrutando de su vida un poco más. Pero ninguna de las dos lo sabía, ninguna de las dos tenía en mente que su vida acabaría en unos minutos de nada y que todo tendría su final. 

Inconscientes de ello, Ana arrancó la moto al ver a Linda aparecer por la puerta, y Linda la saludó con una gran sonrisa, llegando a ella, subiéndose en el vehículo, poniéndose el casco y aferrándose a la cintura de su amiga para no caer de la moto. Cuando arrancó, Linda le comentó a Ana sobre Jador:

— ¿Recuerdas cuando conocíamos a Jador y lo que hizo con Erick?

—No me recuerdes a ese mal nacido, es un hijo de puta—respondió Ana con un tono de dejadez pero algo de enfado.

—Simplemente te lo comento porque me acabo de acordar hoy mismo de él, nada más.

—Vale, pero no lo recuerdes más, me cabrea muchísimo ese tema—terminó por decir Ana.
Estaban ya cerca de la zona cero en la cual ocurrirían sus respectivas muertes. Jador estaba lejos de ellas, pero a una prudente cercanía como para pedir el deseo y contemplar las muertes sin sufrir daño alguno, así pues, realizando su típico ritual, acercó la esfera a sus labios y pidió el deseo.
Mientras, Linda le comentó a Ana una cosa:

—De todas formas, pienso que en realidad fue un buen chico.

— ¡Linda, cállate ya con Jador!—exclamó ésta a la par que iba incrementando su enfado.

—Lo siento, Ana. Ten cuidado por esta curva, vas demasiado rápida.

—Mira Linda, voy demasiado…

— ¡Ana, cuidado!

— ¡¿Qué coño pasa, qué pasa aquí?!

— ¡Ahhhhh, Ana por ahí también!

— ¡No puedo controlar esto, Linda! ¡NO PUEDO, COÑO!

— ¡Por atrás, por atrás! ¡Ana, por…!

No pudo terminar la frase cuando un camión, dos furgonetas y un coche, consiguieron aplastar la moto y con ella, a Linda y Ana. Los cuerpos estaban literalmente aplastados, y más por la velocidad a la que iban los vehículos en aquella rotonda. 

Aquella noche, Jador practicó el sexo aún más fervientemente, y más por haber conseguido llevarse por delante la muerte de dos personas ligadas a su terrible pasado. 

10, julio, 2020.


domingo, 2 de octubre de 2011

Tercer libro. Capítulo 1: El padre.


—Inspira, expira, inspira, expira…

—Sí, me siento más relajado. 

—No hables, sólo inspira y expira.

Jador continuaba realizando las órdenes de respiración que Irina le sometía. Aquella noche se encontraba muy nervioso, sin poder realizar cualquier actividad evitando el maldito pulso que lo desvariaba todo. La misión la cual le había sido encomendada para la tarde siguiente, era matar a su propio padre el cual le hizo algo de daño en su pasado. 

Había transcurrido ya un cierto tiempo desde que Irina se presentó en la casa de él, intentó  convencerle de que hiciera lo que ella pedía, y que finalmente se cumpliera. Jador se encontraba afligido y nostálgico por todo lo acontecido en su vida desde los comienzos de tantas desvariaciones y contratiempos, además de altibajos. Pensaba que en algún momento todo se calmaría y que viviría algo de paz en su vida sin tener que cambiar de nuevo o adaptarse a nuevos problemas, pero no fue así nunca. Siempre siendo siervo de la esfera, deseaba todo cuanto necesitaba o quería y finalmente caía en la trampa de volver a hacerlo en un futuro por otra situación más compleja fluida por un deseo anterior. 

Los dos se hallaban en la azotea de un edificio de Madrid, por la zona céntrica. Llevaban allí tres días y estaban dispuestos a asesinar al padre de Jador, un ruin señor cegado por la codicia y corrompido por el mal, un ruin señor que merecía la muerte extrema, una muerte violenta y dolorosa, además de lenta. Jador llevaba esos días pensando en cómo matarlo, en qué desear para que sucediera y cómo pensarlo detenidamente para que la esfera le cumpliera su deseo y así el padre muriese. Pero no encontraba nada con esas características, no encontraba una muerte ideal en su mente u originaba una que fuera acorde a sus condiciones, por lo tanto se sentía agobiado porque los días pasaban y el tiempo era oro ya que había que matar a 10 personas más.
A la mañana siguiente, despertados por el caluroso sol matutino de julio y por los numerosos sonidos de la ciudad, tuvieron una conversación de repaso ante la misión que tenían entre manos:

—Jador, ¿tienes ya algo que sea bueno?

—No, Irina, aún no lo tengo.

— ¡Muy mal, coño, muy mal!—exclamó la chica, y continuó—. A ver Jador, tienes que tener algo ya pensado por fuerzas, ¿vale? Son 10 personas más las que debes asesinar, y todavía no has empezado ni con la primera. 

—Lo sé, Irina, lo sé, pero no es fácil, quiero que sufra, quiero que sienta su muerte, si no ya hubiera deseado cualquier tontería y estaría muerto—se explicó Jador.

—Ya, Jador, sé que quieres que sufra, pero si con la primera persona no piensas algo que sea realmente como quieres, al menos inténtalo para la segunda, ¿no crees?

— ¡Bah! Es para hoy, ¿no? Pues ya está, esta tarde iremos a mi antigua casa y lo mataré—sentenció el chico mientras se levantaba del lado de Irina. 

— ¿Estás seguro? 

—Como nunca. 

Aquella misma tarde estaban dispuestos a ir al barrio de Jador, entrar en la casa de sus padres y asesinar al padre de una vez. Ya se encaminaban mientras paseaban por las calles de Madrid y cogían los trenes respectivos para llegar. Mientras, Jador se sentía aún más nervioso que los días posteriores, sabía que tenía que matar a su padre y que jamás en la vida mató a alguien, aquella iba a ser su primera vez, una primera vez que continuaría con 10 más. 

Ante las puertas de la casa a unos 15 metros, se encontraban los dos, uno al lado del otro, contemplando el paisaje de los alrededores, y observando con detenimiento los movimientos de todas las personas que pasaban por allí. Una vez que todo estaba despejado y que no había miradas intrusas, Jador deseó a la esfera que la puerta pudiera abrirse para ellos, y así poder entrar sin problemas. 

Una vez dentro, con la puerta ya cerrada y con la tensión por las nubes mientras los latidos eran casi audibles por ellos dos, la pareja contemplaba cada detalle de aquella casa mientras caminaban por el pasillo con discreción. Todo estaba en el mismo sitio que hacía años, todo era igual y no había ningún cambio a simple vista. Aquel pasillo le traía malos recuerdos, y el olor natural de la casa aún más, recordaba cómo hacía bastantes años, Jador era violado y maltratado psicológicamente por sus padres y hermano, quedando bien perpetrado en su mente y trastornándolo para siempre. Irina le paró y le preguntó en susurros: 

— ¿Has hecho que tu padre vuelva a recordar lo que pasó?

—No, se me ha olvidado, ¡joder!

—No pasa nada, hazlo.

—Pero Irina, no va a surgir nada, la esfera tiene ese impedimento, no puede contradecir un deseo ya realizado.

—Hazlo ahora, ya verás cómo lo consigues—aseguró Irina mientras sonreía levemente. 

Jador deseó lo que le dijo Irina, pensando en que no se cumpliría y en efecto, se cumplió. Era muy extraño que antes no lo hiciera y ahora sí, pero no se lo planteó más, continuó con la misión hacia delante como estaba planeado y previsto. 

El chico adelantó unos cuantos pasos hacia delante y observó el salón, en medio, se hallaba su padre, sentado en un sillón y viendo un programa de lucha libre, a la vez que tomaba su típica cerveza y se acariciaba la barriga como si de un tesoro se tratara. El chico continuó hacia delante para ponerse en frente del padre y así alarmarlo dándole por fin una muerte dolorosa. Cuando lo hubo hecho, el padre cayó hacia atrás del sillón, se levantó y dando un fuerte alarido de sorpresa, le preguntó exclamando a la vez:

— ¡Tú! ¡¿Tú qué haces aquí?!

No hubo respuesta por parte de Jador, por lo que el padre acercándose a él lentamente, dijo:

— ¡¿Me puedes responder, mal nacido?! ¿O es que en la cárcel te han cortado la lengua por haber asesinado a muchas más personas?

De nuevo, no obtuvo respuesta por parte de Jador, por lo que se acercó aún más a él y le dijo casi susurrándole al oído:

—Ahora por fin te podré matar con mis propias manos, ¿sabes? Por fin podré disfrutar matándote por todo lo que has hecho, hijo de puta.

—No—negó Jador a la vez que el padre palpaba el cuello del chico con sus manos. Continuó—. No, porque yo voy a ser quien te mate, ¿sabías? 

Jador se apartó rápidamente del padre, dándole un empujón y tirándolo contra el sofá que estaba tirado en el suelo. Llegando hacia la otra punta de la sala, cogió la esfera, la puso rozando sus labios y susurró su deseo final dedicado al padre. El padre, encolerizado por tal situación y cabreado, se levantó del suelo apoyándose en el sillón y tropezó con sus pies a la par que lo hacía con las zapatillas de estar por casa. Sin verlo, y sin saberlo, cayó sobre una gran mesa de cristal que tenía justo al frente. Los pedazos rotos por el impacto salieron volando a todas partes y la figura actual del padre era un montículo de sangre brillante y con un tono puro e intenso. Acabando como por arte de magia, la lámpara que se hallaba justo encima de su puesto y que sostenía muchas bombillas gracias a una barra muy afilada y acaba en punta, cayó sin más del techo y atravesó el pecho del padre, que se apoyaba en barras de madera de la mesa intentando levantarse. Aún no estaba muerto, pero Jador quería comprobarlo. Se acercó a él para ver su estado y oyó un pequeño alarido casi lejano y moribundo. El chico se acercó para saber si provenía del padre y en efecto lo era, aquel hombre casi muerto, le dijo:

—Te… mataré… H-hijo de puta.

Jador cogió un cristal de grandes dimensiones y le rajó la garganta profundamente mientras grandes litros de sangre caían a borbotones en el suelo, y manchaba sus manos, a la vez que sentía el calor de una victoria ya recibida y una satisfacción casi erótica. 

01, julio, 2020.