miércoles, 29 de junio de 2011

Capítulo 10: Huida.

El dulce y a la vez alegre canto de los pájaros, hizo que Jador despertara. Abrió lentamente los ojos al mismo tiempo que observaba los rayos del sol penetrar a través de las cortinas de seda. Se acomodó un poco en la cama, mientras removía su pelo con las manos acicalándoselo un poco.

Abriendo más sus ojos, Jador pudo percatarse del lugar en el que se encontraba. Siempre que dormía tenía unos sueños realmente creíbles, por lo tanto, cuando despertaba pensaba que aún seguía en ellos, pero cuando se daba cuenta de que no era así, sus ojos se tornaban a tristes y se acurrucaba en forma de feto mientras seguía observando aquella habitación de lado a lado.

De repente pegaron en la puerta. Jador sin dar permiso para entrar, pudo ver a un hombre de estatura normal, unos 50 años se podría decir, vistiendo con unos pantalones de punto, una camisa de manga larga, fina y gris claro, unas botas de jardinero y unos tirantes negros desde los pantalones hasta los hombros. Padecía de alopecia, llevaba unas gafas de metal, redondas y doradas, sus ojos se tornaban colores azul claro y verde esmeralda, su nariz era más pequeña y tenía un bigote de pequeño tamaño y blanquecino.

Entró en la habitación con una bandeja repleta de pastitas, con un vaso de café, mantequilla y pan tostado. Ofreciendo una enorme sonrisa y con sus ojos brillantes, posó la bandeja sobre una gran mesa de madera, puso una bandeja portable a la altura del chico, y luego colocó ahí la bandeja. Se sentó a su lado y con un gran entusiasmo, además de euforia, dijo:

— ¡¿Cómo estás mi pequeño príncipe?!

El chico estaba acostumbrado a esos ataques de euforia, por lo que le contestó de un modo más familiar:

—Estoy bien, Sr. Martín. Estoy bien.
— ¡Yo me alegro! ¿Has dormido bien?
— ¡Oh, sí. Muy bien! Muchas gracias por todo, de veras.
—¡No hay de qué mi niño guapo! Oh, ahora vengo, tengo que seguir con la segadora—se despidió el Sr. Martín con una grata sonrisa.

Jador tras aquella intromisión, comenzó a  comer. Mientras hacía ruido y degustando el rico desayuno que le había preparado el Sr. Martín, pensaba en todo lo que había sucedido. No pudo evitar dejar caer una lágrima sobre el bote de mantequilla. Lo había pasado realmente mal para poder escapar del sitio en el que vivía. Aún así, continuaba pasándolo fatal. El Sr. Martín no era tan bueno como parecía serlo, al menos le daba cobijo, un escondite y comida, tres elementos necesarios para poder subsistir en el mundo de una forma cómoda y limpia.

Terminó de desayunar y salió de la habitación con la bandeja en la mano. Bajó las inmensas escaleras que daban lugar a multitud de salas y se dirigió hacia la cocina. En aquella enorme sala repleta de electrodoméstico y de mesas de diferentes tamaños, además de una multitud de sillas todas de madera, Jador quedó asombrado como siempre le sucedía cada vez que iba a la cocina. EL Sr. Martín era un hombre rico, antaño había sido un gran actor famoso, luego debido a un cáncer diagnosticado en el pulmón y una intervención quirúrgica que lo llevó al exilio durante años, perdió toda su carrera siendo sustituido en su último trabajo por otro actor más joven y prometedor.

 Lavó los paltos y los cubiertos, luego se dirigió hacia el salón el cual, un poco más al fondo, tenía un enorme y apacible balcón. Atravesó los pasillos y las estancias, cubiertas por un hermoso papel de pared bastante elegante, un suelo de parqué firme, unos cuadros reales y comprados por él desde hacía años y unas puertas blancas con dinteles hechos a mano.

Llegó al salón y recorriendo sus cuatro metros hasta el balcón, pudo observar sin prestar mucha atención los enormes sofás de color blanco, la preciosa moqueta de tercio pelo y los diversos muebles de madera maciza. Por fin, tras recorrer aquel paraíso rústico y elegante, llegó al balcón, un precioso y espacioso además de apacible y cómodo lugar, situado en el aire y formado por grandes baldosas de mármol, diferentes figuras de ángeles en la baranda y varias mesas típicas usadas en piscina, situadas a un lado.

Jador pudo observar el inmenso paisaje que se extendía ante sus ojos. Grandes árboles de pino se hallaban al fondo, un precioso e inmenso lago se situaba justo debajo de él, el cielo totalmente azulado y con algunas nubes en un intenso color blanco, se encontraban siendo oteados por el chico. Llegó una brisa procedente del mar que había a su izquierda, totalmente azul y sereno. No llegaba a comprender cómo era que se encontraba ahí, bueno sí, lo comprendía, pero no de aquella manera que él bien conocía. La vida le había dado un giro de 360º. Pasó de vivir totalmente torturado y apenado, a vivir como un rey en su propio reino, a ser querido, aunque fuera de aquella manera por alguien, por ese hombre, y a contemplar hermosos paisajes que él jamás creía verlos algún día.

Tras pasar por un día de gran aburrimiento sin saber qué hacer y usando el ordenador, llegó la noche. Aquella noche Jador tenía que dormir con él, era su obligación. Durante la cena, el Sr. Martín mientras alzaba una copa de vino y daba un sorbo, le recordaba:

—Hoy tienes que dormir conmigo, lo sabes, ¿no?
—Sí, lo sé Sr. Martín, lo sé—contestó Jador un tanto apesadumbrado mientras removía la comida con el tenedor.
—He comprado condones, como me pediste.
—Pero, ¿hoy toca sexo?—preguntó Jador alzando la vista y dejando quieto el tenedor.
—Sabes que no hay día en que sí o no toque. Sabes por qué estás aquí y gracias a qué. Me lo debes.
—Pero Sr. Martín, estoy cansado, no tengo ganas—se excusó Jador.
—Cuando te vi tirado en la calle, sin ropa siquiera, lloviendo como llovía, sin dinero, sin comida, sin… ¡absolutamente nada! ¿Quién te ayudó?
—Usted.
—Y, ¿quién fue el que pidió auxilio y a pesar de las condiciones que yo ofrecía, se resignó y finalmente aceptó?
—Yo, Sr. Martín.
— ¡Pero qué bien lo sabes, mi niño! Bien pues, si te acuerdas, sabes que cuando te ofrecí unas condiciones de vida aquí, en mi preciosa mansión, aceptaste que serías mi puto esclavo. ¡Aceptaste! Y firmamos un contrato con el cual vacilaste en firmar. ¡Pero firmaste! Bueno pues ahora terminas de cenar, te vas a cepillar los dientes, te tumbas en mi casa, desnudo, ¡y comenzamos! ¿Vale?

Jador soltó el tenedor, se levantó de la mesa y se dirigió al cuarto de baño para hacer todo lo que le había ordenador el Sr. Martín. Así era realmente de dura y cruel su vida de nuevo, con más comodidad que la anterior ya pasada, pero igual de jodida y traumática.

Jador estaba desesperado cuando se marchó de casa. Vivía en malísimas condiciones y no sabía hacia dónde ir, el Sr. Martín se encontraba en un bar bebiendo y cuando salió para irse a su casa se encontró a Jador tirado en el suelo, muerto de hambre, con muy pocas energías para poder moverse y caminar. Fue ahí cuando el actor ya  retirado le ofreció una vida y un silencio perfectos, pero con unas condiciones fatídicas, tener que estar bajo sus órdenes como si de un esclavo se tratara. Jador sabía lo que hacía, pero estaba demasiado mal y no había otra salida, además de haber sido violado en numerosas ocasiones por su hermano, de lo cual ya estaba bastante acostumbrado, y no sería demasiado difícil afrontar ya no una violación, sino pederastia.

El chico aún no estaba preparado como para huir de allí también. Sabía que debía esperar un poco más, aguantar algo y cuando estuviera realmente preparado, marcharse de aquella casa para emprender una nueva vida. Aún así estaba asustado, no sabía siquiera cómo comenzar, sabía que no podría quedarse en aquella casa para siempre y que debía emanciparse algún día.

Se tumbó en la cama, desnudo como el Sr. Martín le hubo ordenado. El actor ya retirado no tardó en aparecer por la puerta. Con su miembro bien erecto y jadeando ante tal excitación, anduvo hasta la cama en la q se encontraba Jador. Los ojos del chico se cerraron de nuevo, intentando pasar la situación lo más rápido posible. Aquel hombre de 50 años comenzó con su tarea.

El chico, con sus ojos cerrado, recordó  la primera violación que su hermano le realizó. Estaba viviendo la misma pesadilla que entonces, pero ésta vez su mente y cuerpo ya estaban acostumbrados y podrían superar aquella escena sin muchos estragos.
Miércoles, 15/02/12.


domingo, 26 de junio de 2011

Capítulo 9: Hazmerreir.

Durante los dos días consecutivos Jador no paraba de llorar. No se conectaba a Internet, ni asistía siquiera al almuerzo, ni tampoco salía de su habitación, y cuando su hermano entraba en ella para abusar sexualmente de nuevo, él irremediablemente se dejaba ya sin impedirlo y sin resistencia alguna. Con el corazón totalmente roto, con la cabeza ida y sin un pensamiento concreto en su mente ya caótica, con los ojos siempre fijos en algún lugar existente de la habitación y con el cuerpo lacio, sin fuerzas, se dejaba abusar y violar por su hermano, quien a pesar de ver su estado anímico y físico continuaba abusando de su cuerpo. Era denigrante y deprimente que su hermano, con una pareja la cual lo amaba, hiciera aquello.

En el instituto cada vez que Jador pisaba su respectiva clase, era objeto de burla y de miradas fulminantes. ¡A saber qué había dicho Carol. A saber cómo había contado las cosas como para que le trataran de aquella manera días tras día!

Jador hacía caso omiso a todas esas miradas inquisitivas, además de dolorosas y burlas. No quería sentirse aún más herido y es que Carol dañó tantísimo su corazón, que apenas ya podía sentir algo. Estaba encerrado en un mundo, un mundo particular del cual muy difícilmente podría salir de él victorioso y siendo el mismo de antes. Cuando tocaba la hora del descanso en vez de ir a su típico árbol y estar allí dejando pasar los minutos, se dirigía siempre a los cuartos de baño. Ir a aquel árbol y descansar bajo su sombra le hacía recordar a Carol, y aún podría sufrir más. Y allí se hallaba, encerrado en el servicio, sobre la tapa del váter, acurrucado en forma de feto sin nadie, completamente sólo oyendo sus propios llantos y a veces su serena respiración, mientras sus ojos miraban fijamente las baldosas del suelo y la madera astillada del servicio en el que se hallaba
Sin darse cuenta siquiera debido a su mente tan ida, todos sus dibujos se quedaron en la mesa de estudio, allí bien colocados pero a la vista de cualquier estúpido e hijo de puta. Jador inconsciente de ello se dirigió hacia su clase porque ya era la hora de volver para continuar con ellas, y en efecto vio todos sus dibujos tirados, rotos y mojados por todos los rincones y sitios de la clase. Allí estaban aquellos seis imbéciles bien colocados en un rincón, riendo ante la situación e insultándole como sólo ellos sabían hacer. Era más que evidente que habían sido ellos los responsables de tal atrocidad, pero Jador no estaba para discusiones ni para emanar lágrimas por ello. Estaba ya bastante mal y cualquier cosa que hicieran esos, era infinitamente más suave que lo que le hizo Carol en su corazón jamás roto como por entonces.

Las clases transcurrieron con suma tranquilidad, sin ningún ataque previsible por parte de aquellos seis. Tras finalizarlas, se dirigió como era habitual a su casa. Sin preverlo y sin creerlo bastante, por el camino pudo ver a Carol por la calle.Su corazón se agitó violentamente, parecía que iba a salir de su ubicación. Estaba en disposición de andar un poco más rápido e ir a por ella, encontrársela como de por casualidad y al menos sentir alguna mirada suya u oír algunas palabras salir de su boca: un simple “hola, Jador”, o incluso un “no quiero hablar contigo. ¡Vete a la mierda!”.

Pero en el momento en que estaba ya preparado y a punto de encaminarse hacia su pequeña nueva meta, pudo pecartarse que Carol estaba acompañada por alguien. Abrió más sus ojos y pudo observar que era un chico. Estaban los dos agarrados por la cintura y Carol actuaba de la misma manera en que lo había hecho con Jador. Al ver los mismos movimientos, las mismas muecas, e incluso los mismos andares, el chico sonrió y pensó que con ese muchacho también estaba actuando del mismo modo simplemente porque era una hija de la gran puta. Sin embargo se equivocaba, inocente como él sólo podía ser por entonces.

El chico llegó a su casa, y haciendo el mismo y típico ritual de todos los días, se fue a su habitación y de allí no salió en todo lo que quedaba. Estaba un poco entusiasmado por ver a Carol con ese chico y que actuaba del mismo modo ya que era una mentirosa más. Estaba bastante ilusionado con ello, por lo tanto el día no se le hizo bastante duro.

Se conectó a Internet ya que estaba animado, se metió en su Messenger y ahí llegó una algo similar a una amenaza para su estado anímico. Una ventana se abrió debido a que alguien le estaba hablando. Jador clickeó sobre ella y leyó lo siguiente: “Oú io, k pena lo k te sta pasando coño!
Debido a la pésima ortografía Jador pudo averiguar sin llegar a leer el Nick de quién procedía. Una barriobajera más que asistía a la misma clase que él. El chico hizo caso omiso, hasta que otra ventana se abrió que citaba lo siguiente: “Pobre Jador mío, q te pase esto es demasiado fuerte. Cariiiiiiño”

El chico siquiera leyó el Nick, pero no le dio tiempo siquiera a contestar cuando otra ventana se abrió y fue la hecatombe de todo. Decía lo siguiente: “Hahahahaha, iliposha, kasco vida tienes tío. Aber si te mueres sha de una puta veh”.

Jador no leyó siquiera tampoco quién era cuando cerró sesión y apagó el ordenador. El corazón le latía incesantemente. Estaba totalmente asustado. Sudores fríos emanaban de su frente y caían rápidamente. También estaba asustado por el día siguiente, era viernes y tenía bastante miedo de lo que se podría encontrar en su clase y cómo lo tratarían sus compañeros de instituto.

El chico, realizando de nuevo el mismo ritual matutino, se arregló, se cepilló los dientes y se dirigió al instituto. Cada paso que daba era una razón más para no seguir adelante. A cada paso, aumentaba su palpitar. A cada paso que se aproximaba, comenzaba su temor. A cada paso, sentía la vejación en su rostro. Ya no había marcha atrás en la calle que daba frente a frente con las puertas de su horror cotidiano.

Finalmente con sus piernas temblando y su corazón bastante agitado, llegó a su instituto. A través del cristal que daba visión hacia el interior de la clase pudo observar que estaba a oscuras debido a que los alumnos, situados en la parte trasera de ésta, estaban usando el proyector. Pensó que llegaba tarde, así que abrió la puerta decidido. Sin embargo, antes de poder percatarse de todo lo que estaba pasando, oyó bastas risas, insultos y atrás por la pantalla, la conversación que habían tenido Carol y él aquel día tan crudo y tenso dónde él abrió su corazón y le contó su problema sexual.

Sintió que su corazón se había partido en muchos más trozos diminutos. Giró su cabeza lentamente, y pudo ver toda  aquella escena ya pasada, la cual fue grabada con una cámara oculta. Sus ojos ya irritados, se encharcaron en lágrimas de dolor. Su corazón, aún sabiendo que se hallaba totalmente hecho añicos, latía a gran velocidad por la traición, el miedo y el temor. Estaba totalmente empapado en sudor y jadeaba con intensidad por los nervios.

Giró de nuevo la cabeza y allí estaban, aquellos seis hijos de puta junto con Carol. Todos reían menos ella, ella…simplemente sonreía. Jador no sabía qué hacer. Podría soltar un gran discurso sobre aquella injusticia. Podría replicar y gritar a los cuatro vientos el dolor que sentía. Pero nada de eso serviría.

 Cegado por la ira y una fuerza interior totalmente bruta, levantó todas las mesas cogiéndolas por las patas, y las comenzó a lanzar en la dirección en la que se encontraban todos los alumnos. De repente, el miedo se cernió sobre aquella clase. Todos gritaban aterrados ante el ataque por parte del chico. Muchos alumnos resultaron gravemente heridos y otros tantos quedaron inconscientes en el suelo debido a un fuerte golpe en la cabeza. El rostro de Jador era pura venganza y horror. Tras quedarse sin munición de mesas y ver cómo estaban todos los alumnos y él consciente de su grave ataque, abrió la puerta del aula y salió corriendo afuera, adentrándose en el bosque que se hallaba al lado del instituto y escapando lo más rápido posible de allí.

Una vez llegado a un punto bastante alejado dee aquel terrible lugar y del mundo, y bien oculto para él, se sentó en la tierra y respiró lo más hondo posible, llenando sus pulmones de aire limpio y puro, revitalizando su cuerpo y llenándolo de energía para huir de nuevo.
Cuando hubo terminado de descansar oyó un buen chasquido muy cerca de su posición. Se puso en guardia mientras observaba girando su cuerpo y cabeza rápidamente hacia todos los lados del bosque. El buen chasquido se tornó a pasos y los pasos en presencia física. Jador pudo ver de quién se trataba, era Rick, totalmente herido por todas partes e incluso con una buena brecha en la sien. Caminó aún más deprisa hacia él y antes de tocarlo, le dijo con una voz temblante:

—Te voy a matar, ¿lo sabes maldito hijo de puta?

Antes que Jador pudiera decir algo a su favor, recibió un fuerte puñetazo de Rick en la cara. El chico cayó estrepitosamente al suelo y ahí, recibió multitud de patadas y más puñetazos por todo su cuerpo: costillas, riñones, cabeza, rodillas... Jador sabía que si no hacía algo moriría ahí por sus manos, y eso no lo iba a permitir ni mucho menos. Cogió un buen puñado de tierra y lo lanzó a la cara del contrincante, éste lo evitó y le respondió con una patada en la barbilla. Jador cayó de lado, boca abajo y con suma violencia al suelo. Pudo percatarse que a su mano izquierda había una piedra de gran tamaño. La cogió rápidamente y antes de que el otro pudiera ir a por él y seguir propinándole golpes hasta matarlo, le lanzó la piedra y le golpeó la cabeza desde dos metros de distancia.
Rick cayó al suelo moribundo e inconsciente.

Jador estaba dispuesto a marcharse y no hacerle absolutamente nada, pero sabía que éste iría tras su busca hasta encontrarlo y por fin conseguir lo que tanto ansiaba desde aquel día, matarlo. Siendo consciente de aquello, se dirigió hacia el cuerpo de Rick y sintió como las manos del chico se alzaban hasta su cara, pero debido al golpe y sin fuerzas, no logró impedir lo que Jador tenía en mente.

 Llevó el cuerpo hasta un árbol que estaba cortado. Lo sentó junto al pie y echo la cabeza hacia atrás apoyándola sobre la parte llana de éste. Luego cogió una piedra de mayor tamaño, más afilada que la anterior y con la posición correcta, comenzó a golpearle en la zona de la barbilla y la cara, para destrozarla en mil pedazos si fuera necesario.

Rick comenzó a soltar alaridos por su boca. No eran muy fuerte, pero sí consistentes. Aún así, Jador continuó realizando su trabajo golpeando esas dos zonas hasta que el cuerpo del chico, aterrado por el ataque y moviendo sus brazos al igual que gritando, se quedó quieto, paralizado por completo, inmóvil. A pesar de ello, Jador continuó destrozándole la cara aún más hasta hacerla irreconocible y manchando su cara y ropa con la sangre del su víctima.

El chico paró y sin ver la cara ya desde en alto para contemplar su obra de arte”, se llevó la piedra, se adentró aún más en el bosque y desapareció de la escena del crimen.
Viernes, 20/01/12.