miércoles, 15 de junio de 2011

Capítulo 6: Primer Beso.

Aquel día Jador despertó bastante alegre. Eran vacaciones y el año nuevo ya había comenzado. Aún así, sabía perfectamente que el día de reyes no tendría ningún regalo debido a cómo eran sus padres. Pasando lo mejor que podía del tema y la situación, se centraba sólo y únicamente en Carol, aquella chica que ya comenzó a ser algo mucho más importante para él. Irremediablemente… ¡se estaba enamorando!

Durante los días pasados y ajenos a todo lo relacionado con su familia y casa, quedaba con ella y daban una vuelta por ahí, veían cosas, comían juntos e incluso él la invitaba en ocasiones. Su sonrisa, su pelo, su forma de hablar, su cuerpo, su “todo” en general, era increíblemente especial para él. No quería caer en el amor. Sabía que si lo hacía podría sufrir bastante cuando todo saliera mal. No se encontraba en predisposición para ello, pero sus sentimientos eran otros y sin embargo, la comenzó a querer. Ese mismo día él estaba dispuesto a quedar con ella, no quería estar en su casa ni un segundo más y menos en navidad, aquella fiesta internacional tan depresiva y amarga para él.

Corrió hasta el salón, descolgó el teléfono y marcó los números a gran velocidad. Cada sonido de llamada era un segundo de dura vivencia y un latido de corazón más intenso y sensitivo. Oyó que descolgaron el teléfono y una voz idéntica a la de Carol pasada por un auricular del teléfono. Jador respondió con una voz bajita y suave, además de tensa por la situación. Tras una conversación de pocos minutos, con la cual pudieron quedar para ese mismo día y hablarse de una manera más dulce y perfecta por parte de Carl, quedaron a las cinco de la tarde en aquel parque tan frecuentado por ellos desde hacía ya varios días.

Jador se puso la mejor ropa de todo su vestuario. Se acicaló el cabello usando gomina, se echó un poco de colonia por el cuello y el pecho y se cepilló bruscamente e intensivamente los dientes con disposición de intentar besarla y dejar el mejor rastro, olor y sabor de boca. Salió pitando de su casa para no llegar tarde.

Estaba realmente nervioso, tenía la boca seca y sus manos sudaban bastante, algo que le ocasionaba cierto problema puesto que no podía aparecer ante ella con tal situación  y menos siendo una chica. ¡Pero no podía pararse y tranquilizarse! ¡No podía! Estaba totalmente desquiciado, su corazón latía con fuerzas debido a los nervios y su mente no paraba de visualizar el momento en el que se verían.

Ya era la hora y llegaba un poco tarde, así que le dio igual y corrió hasta llegar al parque, sentarse en el banco y esperarla si es que ella no había llegado aún. En efecto no lo había hecho. Se sentó en un bando del parque a esperarla y se sentía terriblemente sólo, sin nadie que le acompañara durante aquel tiempo tan sufrido por él. No soportó demasiado su soledad gracias a la aparición casi angelical de Carol. Ésta le saludó con dos besos y una enorme sonrisa, se sentó y le dijo aún sonriendo:

— ¿Cómo estas, guapo?
—Pues bastante bien, aquí, como ves, estaba esperándote con tranquilidad.

<< ¡Y una mierda! >> Se dijo Jador mintiéndole para que no viera ella y no pudiera percatarse de los sentimientos que sentía hacia la chica.

— ¡Oh, lo siento mucho por llegar tarde, Jador! Ya sabes, uso las planchas de pelo a diario y hoy mi madre estaba custodiando el cuarto de baño. ¡No podía entrar!—se excusó ella haciendo gestos con las manos al mismo tiempo que hablaba.
—No pasa nada, Carol. Tampoco ha sido duro estar aquí sin nadie unos minutos, aj, aj.
—Eres más bueno, Jador…Oh…Pero muy bueno, en serio. Otro tío se hubiera quejado y se hubiera ido dejándome plantada aquí—dijo la chica mientras le acariciaba el rostro y ponía una cara bastante dulce y a la vez enternecedora.
Jador se ruborizó aún más. Aquella tarde pasó con bastante tranquilidad y comodidad. Dieron varias vueltas por diversos sitios, visitaron hermosos paisajes y, cómo no, comieron algo juntos invitándole Jador de nuevo a ella, algo que Carol intentaba evitar a toda costa pero que sabía, que aún así, el chico la invitaría sin remedio alguno.

Llegaron de nuevo al parque los dos juntos mientras la noche acaecía sobre ellos y el sol se iba ocultando poco a poco tras los edificios. Se sentaron y Carol apoyó lentamente su cabeza sobre el pecho del chico, mientras él, nervioso ante tal situación y confianza por parte de la chica, decidió poner sus brazos encima de ella, abrazándola de esa manera. Carol rió con un poco de rubor. Pasaron varios minutos en los cuales se mantuvieron en esa postura y ella le hablaba sobre cosas de su vida con tranquilidad y sin prisas alguna, con toda la comodidad del mundo, a pesar de que Jador no se encontraba nada relajado, su corazón latía con incesante fuerza y no sabía cómo controlarlo para que ella no se percatara de ello.

Carol se cambió de postura y se puso frente a él. Luego, le miró a los ojos y le dijo:
—Jador, estoy pensando y… ¿querrías darme un beso?
Tragó saliva. Intentó analizar aquella frase tan excitante y apetecible. Sintió que su corazón se paraba bruscamente y que todo lo de alrededor carecía ya de sentido y movimiento, contestó:
—Sólo si tú me lo pides.

La chica no contestó verbalmente, pero sí corporalmente. Se acercó a él con lentitud, cuando sus labios estaban muy cerca, vaciló un instante agachando la mirada y finalmente los juntó  con los de él. Jador no vivía. No respiraba. Sólo sentía. Su corazón volvió a latir y ésta vez era con incesantes latidos a puntos de salírsele de su pecho. Cada beso, cada encuentro con sus lenguas, cada roce de sus labios, eran maravillas en sus papilas gustativas y en sus sentidos sensoriales. Sintió tal cariño que deseaba besarla toda la noche entera hasta el día siguiente, deseaba abrazarla hasta que se fusionaran con su propio cuerpo. Sabía que eso no iba a poder ser posible, aunque aquel beso era una gran recompensa por todo lo sucedido en su vida. Cuando hubieron terminado de acariciarse, besarse y abrazarse, Jador se separó, la abrazó de nuevo e incluso más intensamente y  le dijo con una felicidad e ilusión inmensas en su ser:

—Éste ha sido mi primer beso, Carol. Muchas gracias en serio.
— ¿No me digas que es tu primer beso? ¡Qué fuerte! Me alegro mucho de haber desvirgado esos labios tan sensuales, placenteros y gozosos que tienes—contestó ella separándose de él y acariciándolos.
—Aj, aj, aj, tonta—contestó ruborizado y continuó—. ¿Vamos ya a nuestras casas, no?
—Vale, es demasiado tarde la verdad y hace mucho frío, ¡jope!

Los dos se levantaron del banco y agarrados de las manos se dirigieron hasta sus casas. A la hora de despedirse en el portal de la casa de Carol, se besaron de nuevo e incluso con mucha más pasión y placer hasta caer sobre las escaleras y continuar con aquel beso tan largo. Luego Jador se dirigió hasta su casa, pero no estaba apenado por llegar a ella, lo que había pasado aquel día era realmente increíble y especial para él.

Llegó a su cama, se tumbó sobre ella boca arriba y cerró los ojos recordando aquel beso. Ojalá se volviera a repetir, deseó. Ojalá pudiera notar su corazón la tiendo de aquella manera otra vez. Ojalá sintiera en su estómago esas extrañas mariposas que hubo sentido hace unos minutos.
No sabía cuándo volvería a besarla porque no quedaron concretamente para otro día, pero Jador estaba dispuesto a besar aquellos labios carnosos, el inferior más voluminoso que el superior. Deseaba sentir un labio suyo mordido por ella. Deseaba sentirse atraído y atrayente. Deseaba abrazarla ahí, en su cama, los dos juntos, y desnudos, sin nada de ropa y que se interpusiera entre ellos, pudiendo sentirse enamorados el uno del otro.

Aquella noche Jador tuvo dulces sueños en mucho tiempo. 
Martes, 03/01/12.


lunes, 13 de junio de 2011

Capítulo 5: Un Sueño.

Jador  tampoco tuvo instituto al día siguiente, por lo que decidió quedarse  todo el día entero durmiendo y no despertar a no ser que fuera necesario. No quería abrir sus ojos y ver que aún se encontraba en aquella habitación dentro de esa miserable y maldita casa.  Y mucho menos abrir la puerta y cruzar el pasillo por donde se encontraba al lado la puerta de la habitación de  su hermano, o mejor dicho, violador.

Se despertó un poco, lo suficiente como para entreabrir sus ojos, echar un vistazo rápido a su habitación y volver a caer en sueños. Dormía plácidamente como ninguna otra persona en ese mismo instante. Su respiración era profunda y lenta mientras se aferraba con delicadeza y suavidad a la almohada, a la vez que se arropaba inconscientemente con el edredón de color naranja claro. Ahí era cuando Jador se encontraba mejor que en ningún otro momento del día.  Ahí era cuando Jador podía continuar con su vida en tranquilidad y sin preocupaciones.

En la mente de del chico a través de un sueño, se dibujó un paisaje totalmente veraniego, con grandes árboles bastante esbeltos, frondosos y abundantes en hojas. El cielo estaba despejado con alguna que otra nube de poca densidad. A su frente, había una gran llanura con algunas matas e hierbajos. Tras observar el paisaje de lado a lado, el chico anduvo un poco. Notaba cómo el aire que respiraba era totalmente puro y sin sustancias químicas o perjudiciales.

Tras otear el horizonte y sentir aquel paisaje en su propia piel como si lo estuviera viviendo en la vida real, dejó de caminar. A su derecha apareció una casa rural no muy grande, un poco desviada hacia la derecha y construida por madera ya bastante deteriorada por el paso del tiempo y factores del clima. El chico pudo percatarse que la casa no sería lo suficientemente segura como para entrar, pero al recordar que estaba en un sueño, vio que no habría ningún peligro.

Haciendo caso a su pensamiento de seguridad, se dirigió hacia ella, abrió la puerta tras un agudo chirrido y entró con cautela sin pisar demasiado fuerte. Pudo observar varios utensilios de cocina demasaido viejos y oxidados tirados por el suelo, una mesa de madera maciza, varias sillas bien colocadas alrededor de ella, una chimenea apagada, un sillón rasgado y una lámpara que sin venir a cuento, y sin sentido, se movía en forma de vaivén, como si el viento la moviera sin más.

Una vez dentro se sobresaltó ya que la puerta se cerró con violencia tras ocasionar un fuerte ruido debido al golpe. Jador algo asustado pero con seguridad en sí mismo, penetró aún más en las estancias de aquella casita rústica con advertencia visual de que se derrumbaría  en breve. Llegó hasta la ventana situada encima del sillón rasgado, desde la cual se podía apreciar el paisaje veraniego del exterior. Se sentó en el sillón y sin previo aviso comenzó a oír unos extraños crujidos y chasquidos desde un pasillo situado en frente de él.
De repente el chico pudo observar que tras una nube de color neutro se iba formando como una especie de extraña presencia en ese mismo lugar donde se oían chasquidos y crujidos. Se puso en guardia y vio salir de aquella masa de nube una figura encapuchada. Jador se quedó observando en silencio, mientras la figura comenzaba a andar lentamente hasta la parte en la que él se encontraba. Respiraba con nerviosismo y su cuerpo temblaba de extraña manera. La figura se acercó aún más y Jador pudo observar la tremenda altura que poseía. Ésta se agachó hasta las rodillas del chico en las cuales apoyó sus dos brazos de manos invisibles, acercó su cara a la de él y Jador pudo apreciar dos grandes ojos brillantes con forma de espiral, los cuales se agrandaban y empequeñecían cada segundo que pasaba.
El chico, sudando del miedo y la intriga, pudo notar su respiración, era cautelosa, lenta pero a la vez fría, intensa y temblaba.

La casa sin avisar con algún ruido alertador comenzó a derrumbarse poco a poco. Jador observó el techo con miedo y asombro, y decidió salir de allí por patas, aún así la figura se lo impidió debido a que sus manos estaban encima de sus rodillas y hacía bastante uso de la fuerza para impedirle salir huyendo. La estructura de la casa caía con trozos cada vez más grandes y poco a poco permitía ver más el cielo, ahora cambiado, era más oscuro dejando así el paisaje veraniego a un lado a parte hasta hacerlo desaparecer por completo. Como si una masa oscura de nubarrones y rayos estuvieran engullendo aquel paraíso terrenal veraniego.
La casa continuaba derrumbándose hasta que grandes trozos caían y le sepultaron. Tras eso empezó a caer en un fondo oscuro con un pequeño haz de luz desde un lugar muy elevado. Jador caía sin demora y a gran velocidad, pensaba que al caer despertaría de aquel oscuro sueño, pero lo único que pasó es que llegó al suelo mientras la velocidad en que caía iba disminuyendo lentamente. Cayó boca arriba sobre una superficie invisible pero igual de oscura que el resto del lugar.

La figura apareció de nuevo ante sus ojos y a unos cuantos metros alejada de él. Llegó hasta su rostro en tan solo unos segundos con una rapidez que el chico no pudo apreciar bien. La figura se acercó a su oído y le dijo con una voz seca, fría y casi anciana:

—Sé lo que sufres todos los días. Sé lo difícil que es para ti vivir. Pero hay una solución.

Jador intentó hablar, pero no pudo. Sólo gesticuló algunos movimientos con sus labios, pómulos y lengua, pero ningún sonido pudo emitir. La figura continuó:

—No te esfuerces. No puedes hablar porque así lo quiero yo. Este sueño no es tuyo. Es mío. Aún así ni en nuestro propios sueños podemos hacer lo que nos plazca. ¿Verdad?

Jador se quedó quieto y paralizado ante aquellas palabras. Decidió pues quedarse tal cual se encontraba y tan sólo oír lo que decía aquella figura:

—Hay una solución a todo el sufrimiento del que gozas ahora. Aún así debes sufrir más. Lo que debo ofrecerte. Lo que debo darte como compensación por todo es difícil de domar. Sé que deseas el arte. Sé que amas la fama. Sé que deseas vengarte por todo lo que te pasa. Te observo cada día. Cada mañana. Cada tarde. Cada noche. Cada hora.

Aquella figura hablaba por frases y no conexionaba varias en sí por ningún conector. Jador pensó que quizá provenía de otro mundo, de otro tiempo, o lo más seguro era todo un simple sueño y ésa era la parte vaga, tonta y desastrosa de su cerebro la cual siquiera podía hacer que algún personaje de su sueño pudiera hablar en condiciones. Pero recordó que ése no era su sueño tal y como dijo aquel ser. La figura continuaba:

—Lo que debo ofrecerte está construido por maldad. Por engaño. Y por falsedad humana. Cada corazón roto. Cada humano engañado. Y decepcionado. Cada mal cometido en la Tierra, hizo lo que debo ceder en tus manos. Sí. La maldad llegará a tus manos. Y tú deberás saber cómo usarla. Por ello debes sufrir más. Por ello debes ser aún más objeto de personas. Por ello debes sentirte arrastrado. Y a punto de suicidarte por no aguantar más. Por ello debes ser fuerte. Y aguantar lo que venga.

Jador no quería oír más a aquella figura y estar en esa pesadilla. Cerró los ojos fuertemente y se pellizcó el brazo aumentando la intensidad, pero no podía salir de aquella pesadilla tan horripilante para él. La figura rió vagamente y dijo:

—No servirá de nada. No es tu sueño. Es mi sueño. Te dije. Aún así si tanto deseas irte. Hazlo. Sólo quería avisarte de lo que vendría. Ahora vete.

Jador vio como la figura se iba desvaneciendo y como la luz iba siendo más y más fuerte. Como si abducido por un ovni fuera, llegó a la realidad tras despertar violentamente y respirando muy  profundamente, además de estar empapado en sudor por todo el cuerpo. Eran las ocho de la tarde, sin darse cuenta de la noción del tiempo, habían pasado las horas y el día bastante rápido.

El chico se sentó en la cama y comenzó a recordar aquel extraño sueño. Sólo tenía miedo a esas palabras tales como que sufriría aún más y que intentaría hasta suicidarse. Sin querer pensar más, se tumbó en la cama. De repente vio como la puerta de su habitación se abría poco a poco, asustado, pudo ver que era su hermano, por lo que su corazón se aceleró rápidamente. Éste le dijo cerrando la puerta y llegando a su cama casi corriendo:

—Papá y mamá se han ido, hermanito. Ya sabes.

Jador sabía lo que su hermano tenía en mente. Tras aquella tarde en la cual se aprovechó de él, ya lo cogió por costumbre y siempre lo usaba para eso. Jador, no contestó. Mirando hacia un punto inexistente y no concreto de la habitación, pudo sentir las manos de su hermano como ataban las suyas y luego como ajustaba un pañuelo a su boca. Cerró los ojos y quedó esperanzado en que no sufriría demasiado aquella vez.
Viernes, 30/12/11.