jueves, 1 de marzo de 2012

Cuarto libro. Capítulo 3: El otro lado. En la piel de un rey.

El sueño continuaba. Jador creía que había terminado debido a que aquella escena lo hizo y todo se volvió negro, pero no era así, simplemente se trataba de una larga pausa en la noche. Mientras se hallaba en un espacio vacío y totalmente oscuro, Jador sólo era capaz de oír una respiración lenta y profunda. Pensaba que se trataba de Sophie, que estaba a su lado pero no era para nada visible a sus ojos. 

Pronto una luz comenzó a fluir de lo más profundo de aquel espacio y era tan intensa, que pudo crecer sin previo aviso y quedar tragado Jador en ella. Apareció ante un castillo de gran envergadura, totalmente rodeado de oscuridad y un gran viento gélido que lo azotaba pero aun así de mantenía en pie. Jador, que en ese momento estaba vestido con túnicas bien gruesas y con una pequeña corona sujetada a su cabeza, caminaba directamente a la puerta de ese enorme castillo. Una vez dentro, pudo beneficiarse de todos los servicios que sus súbditos le ofrecían, a su vez, una sirvienta de la misma edad que él, se acercó, le abrazó y le dijo al oído:

—Me alegro que hayas vuelto, mi pequeño rey.
Aquellas palabras incidieron en su mente como si de un clavo sobre una madera se tratara. “Pequeño rey”… ¿Cómo podía ser que Jador en esos momentos fuera un rey y con tan poca edad? Aproximadamente podría tener unos doce años y ya era rey de aquel lugar tan frío y cristalino. 

Al momento, lo acompañaron hasta una habitación despropiándole de toda aquella ropa y corona y llevándolo todos al unísono. Una vez dentro de ella, un hombre anciano corrió con un utensilio de largo tamaño y fino, lo puso en la frente del chico y pasados dos minutos el palo seguía intacto. El hombre anciano alzó la voz diciendo:

— ¡Tranquilos, sigue sano, no es uno de ellos!

La misma chica de antes corrió hasta él y lo volvió a abrazar más intensamente que antes. Tras aquello, lo besó con deseo y pasión, chocando sus labios y colmándolos en saliva. Cuando todos se hubieron ido y quedaron ellos dos solos, el chico se acomodó en la cama y le preguntó:

— ¿Qué ha pasado?

— ¿De verdad no sabes qué ha pasado?—respondió ella con una pregunta también.

—No, contéstame, ¿qué ha pasado?

—La esfera… Oria… ¿No?

—No, ¡dime qué ha pasado!—inquirió.

—Oria se ha hecho con el poder de la esfera de los deseos, la mayor… La más intensa de todas, la “madre”. Está devastando ciudades y tú… Tú…

— ¡Yo qué!

—Tú… Acabas de volver de una batalla en contra de sus guerreros… Todo tu batallón ha muerto y tú has sobrevivido gracias a tu propia esfera. Oria ha sobrevivido básicamente porque es muy difícil poder ir hasta ella.

—Estoy perdido, no sé qué hago aquí, estoy solo.

—No, no lo estás, estoy yo aquí contigo, para protegerte y ayudarte en todo lo que pueda, como… Para servirte, simplemente tenemos una relación más cercana que tú con el resto de los sirvientes—respondió ella en modo de ayuda. 

—Por favor, déjame sólo un rato, necesito pensar en muchas cosas y en… Cómo afrontar lo que se viene encima.

—Vale, de acuerdo—aceptó con tristeza.

Jador estaba completamente perdido. ¿Cómo podía ser que en un simple sueño viviera todo aquello como si de la vida real se tratara? Le dolía todo y lo sentía como si en la piel de un rey estuviera. Decidió asomarse a la ventana y sus ojos se horrorizaron ante tal escena. Miles de esferas bordeaban al castillo pero se mantenían a una cierta distancia debido a la fuerza de un campo invisible que servía a modo de protección. Ya no era un paisaje oscuro y gélido, los alrededores del castillo estaban a una temperatura más que cómoda y las esferas lograban iluminar todos y cada uno de los rincones. 

Un temblor hizo que todos pudieran percatarse que algo peligroso se acercaba. Jador continuaba observando el paisaje. Las esferas que una vez estuvieron juntas, dejaron un gran hueco de oscuridad dejando el paso totalmente libre. Algo comenzó a acercarse, y Jador pudo darse cuenta de ello al notar una extraña presencia que no paraba de susurrar en lo más profundo de aquel hueco su nombre. El chico apenas podía distinguir bien la silueta que se colocaba ante aquel campo invisible. De repente, se pudo ver a simple vista como el campo se resquebrajaba en finas líneas azules y violetas al son que un extraño ruido metálico era producido. De nuevo se hizo notar aquel efecto y todo por causa de esa silueta que pretendía entrar. Otro más, y el tercero fue el necesario para que aquel campo invisible desapareciera por completo y el viento gélido, acompañado de aquella inmensa oscuridad y haces de luz por las esferas, penetraran llegando al castillo y provocaran temblores además de derrumbamientos.
Una risa malévola y tan aguda que casi rompía cristales, se hizo oír por toda aquella estructura. Unos guerreros entraron en la habitación y le preguntó uno de ellos bastante apurado:

— ¡Mi rey, ¿qué hacemos?!

Jador se mantuvo en silencio unos cuantos minutos y tras eso, indicó:

—Luchemos por lo que es nuestro.

Equipado con armas y con un traje especial para poder enfrentarse al frío y a posibles ataques mágicos, Jador salió de su habitación y mientras corría por los pasillos para llegar hacia las puertas, oía y veía los grandes ataques enemigos y sus efectos. Todo iba a cámara lenta para él, podía apreciar con sus cinco sentidos cómo el polvo entraba por sus ojos, cómo los escombros caían al suelo y aplastaban la cabeza del sirviente más cercano que se hallaba a su lado. Jador exponía todo su potencial para acabar con esa silueta que tanto susurraba su nombre.



No hay comentarios:

Publicar un comentario