sábado, 17 de diciembre de 2011

Tercer libro. Capítulo 12: Misión Completa.

Días más tarde, Jador ya vivía completamente feliz y sin ningún temor en aquella casa rural. Ya había pasado todo. Todos los problemas, todas aquellas experiencias tan malas… Todo había terminado.

Allí se encontraba, tirado en un sillón, con la ventana abierta y contemplando cómo los rayos del sol intentaba atravesar las ramas de aquellos frondosos árboles. Se respiraba tranquilidad y paz, y se oía a la naturaleza vivir. No había nada que le interrumpiera aquella paz que él tanto estaba disfrutando. Con 25 años en el cuerpo, y con tantas experiencias ya vividas y pasadas, Jador era ya un hombre, un adulto en toda su grandeza, la madurez había incidido en él por completo y ya no era un niño, ya ni era un adolescente siquiera, ni tampoco un chico… Era un hombre con todas sus letras, un hombre capaz de decidir por sí mismo y un hombre que poseía tal poder en su interior, que si por él fuera, podría acabar con todo lo existente cualquier día. Pero no, Jador no haría eso jamás. Él era muy consciente que eso no llevaría nada. Podría ser rey del mundo, podría ser el mejor tratado del mundo, o incluso el más rico, o el más deseado. Pero eso no iba con él, simplemente quería paz, tranquilidad y luchó por ella cuando llegó a su casa.

Increíble le parecía todo. Se despegó del sillón, caminó un poco hasta el salón conforme oía sus pisadas sobre el suelo de madera maciza y llegó hasta la cocina. Un extraño aroma entre café y alguna extraña especia le llegó a sus fosas nasales advirtiéndole que su típica bebida casera reconfortante ya estaba lista para ser ingerida. Abrió el cazo, aspiró una enorme bocanada de vapor, y se dispuso a verterla en el vaso. Todo aquello si lo quisiera podría hacerlo mediante la esfera, podría desearle que todo aquello se hiciera solo y que él lo recibiera como si de mayordomos estuviera llena la casa. Pero no, a Jador no le iba eso, y no estaba dispuesto a hacer tal tontería.

Aquella misma tarde se dispuso a caminar un rato por el bosque. Sabía perfectamente dónde se encontraba todo, incluso las más minúsculas ramas que pudieran caer al suelo. En silencio y sólo oyendo sus pisadas con aquellas botas de montaña tan grandes, respiraba aquel ambiente ya casi invernal, bien abrigado con una chaqueta de cuero. Estaba dispuesto a llegar a un claro compuesto por un lago de grandes dimensiones y una llanura bastante cómoda abundante en hierba de color verde intenso. Continuó caminando y un extraño ruido le advirtió. Se paró en seco, giró lentamente su cabeza hacia atrás y no vio absolutamente nada. Haciendo ya caso omiso, continuó y llegó hasta aquella llanura apegada a una gran montaña y un lago que por entonces estaba bastante frío, para cualquiera incluso casi congelado.
Se sentó, expandió el mantel sobre la hierba, depositó las bolsas en las que guardaba la comida y comenzó a comer contemplando aquel paisaje que horas después, sería una postal con un atardecer más bonito jamás nunca visto. Sin poder evitarlo, se durmió. Estaba tumbado sobre aquella hierba, además de aquella tranquilidad sin ruido alguno, quedó completamente dormido y tampoco le importaba, si se hacía de noche podría desearle a la esfera volver a la casa sin ningún problema y así no ir caminando en la oscuridad de la noche.

Todo parecía ir bien, demasiado bien, y tanto lo fue, que Jador, introducido en sus más profundos sueños, notó cómo algo rozaba su cara lentamente, con suavidad, como si alguien estuviera a su lado acariciándole. Jador abrió los ojos inmediatamente y vio que ya casi era de noche o igual lo era pero no se había dado cuenta. Miró a su alrededor, a la altura de dónde se encontraba a ras del suelo, y en efecto, como algo natural era, no había nadie por allí. Dio una vuelta sobre sí mismo en el suelo, y viró con sus ojos en dirección hacia el lago. Un reflejo de gran magnitud mostraba que algo de exorbitante tamaño y una luminosidad casi perfecta, se reflejaba en el agua y desde el cielo. Los latidos del corazón de Jador comenzaron a latir intensamente y no sabía de qué se trataba aquello, incluso le daba pavor mirar hacia arriba por si ocurriera algo extraño. Sabía perfectamente que de la Luna era imposible que se tratara, jamás podría tener tanta luz y jamás podría tener tanto tamaño, por lo que podría tratarse de cualquier nave alienígena.

Jador, aferrándose a su lado interno más valiente, alzó su mirada con cuidado, poco a poco, recorriendo el reflejo del agua, llegando a la montaña del otro lado de aquel lago, continuando por ella y notando cómo la luz incrementaba al llegar casi a su destino. Un poco más y lo vio, vio de qué se trataba aquella cosa que tanto se reflejaba en el agua. Sus ojos no podían creerlo, su mente no reaccionaba y su boca se abrió de un solo golpe. Ante él, en alto y en el cielo, se alzaba la esfera, la gran esfera de los deseos, esa que aquel ser tanto ansiaba y que supuestamente jamás existió. Como si de un planeta vecino se tratara, giraba con un movimiento de rotación y poco a poco se acercaba más al lago. Jador se levantó rápidamente y se alejó hacia los árboles, escondiéndose un poco aunque sabía perfectamente que aquella esfera tenía las intenciones de ir a por él.

Oculto tras los grandes troncos y esperando como cualquiera que estuviera con el corazón en un puño viendo cómo otro planeta colisiona con el suyo propio y la muerte cerca, vio aquella esfera tocar el agua y en un solo impacto, la tierra vibró intensamente por un momento. La esfera, por consiguiente, se resquebrajó y se partió por la mitad, derrochando tal cantidad de luz que Jador apenas podía ver nada. La tierra continuó temblando más intensamente que antes y la esfera parecía introducirse en aquel lago, en dirección al interior de la tierra. Como consecuencia, la tierra que se extendía a los pies del chico comenzó a resquebrajarse también, rompiéndose el suelo en trozos y dejando ver grandes surcos de luz en el suelo. El chico, ante el peligro, sacó su esfera y fue en ese preciso instante cuando el tiempo cambió. Todo iba más ralentizado, más lento. La esfera salió disparada de las manos de Jador pero a una velocidad tan lenta, que incluso para el chico, le era imposible ir a rescatarla debido a la lentitud que él también poseía. Viendo hacia dónde se dirigía, Jador dio un paso hacia atrás, media vuelta y corrió lo mejor que pudo a ese paso hacia el lado contrario. Cuando aquel fondo blanco recibió la esfera del chico, hizo que todo aquel tiempo tan ralentizado volviera a su estado natural, además expulsando una onda que hizo que Jador volará por los aires hasta varios metros hacia delante.

Todo acabó ahí. Jador, que estaba tirado en el suelo, se levantó y miró hacia atrás, todo estaba en su estado natural, como si nada hubiera pasado. Para su sorpresa, la esfera ya no la poseía, ya carecía de esfera de los deseos, por el mismo modo, el chico pensó que al estar falto de ella, también carecería de ese gran poder que habitaba en su interior.

No pensó mucho, y de hecho no quiso hacerlo. Estaba sano y salvo, aquella cosa había desaparecido ya y no poseía en sus manos la esfera de los deseos. Ahora podía realizar su vida sin problemas y a la perfección. Todo su pasado quedaba atrás y toda su vida volvía a cambiar drásticamente hacia un lado más positivo y más normal, un lado más tranquilo nuevamente.

No tenía ningún proyecto en mente, pero sí estaba dispuesto a limpiar su nombre y a formar una familia respetuosa, lo que fuera necesario para vivir todos los años que le quedaban por delante.

¿Podría ser éste el final de todo? ¿Podría ser éste el final de la esfera de los deseos y el final de una etapa intensa y peligrosa? Jador, camino a su casa, se replanteó estas preguntas, pero tampoco hizo mucho caso. Había vivido algo extraño y parecía que le habían hecho un gran favor al quitar de sus manos aquella esfera.
Sonriente, continuó caminando hacia aquella que era su casa.

26, septiembre, 2021


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