martes, 13 de diciembre de 2011

Tercer libro. Capítulo 11: Irina.


Había pasado ya bastante tiempo desde todo lo ocurrido con Irina, y mucho más después de todo lo ocurrido con todas sus venganzas y su vida ya bien pasada. Casi medio año le separaba de todo aquella vida tan truculenta y demoníaca. La esfera de los deseos jamás volvió a ser usada por él en ningún momento. Le tenía como asco, y como miedo, sí, como una mezcla entre asco y miedo hacia aquella esfera que a saber de dónde provenía exactamente y que a saber qué más males podría causarle en su vida. 

En múltiples ocasiones estuvo a punto de pedir algún deseo y que ésta se lo concediera… Pero tenía miedo, tenía miedo que pudiera aparecer aquel ser nuevamente e intentar dañarle para que todo el poder que se encontraba en el interior del chico, pudiera emanar y absorberlo aquel siniestro incorpóreo. Pero sabía que la cosa no había terminado ahí. Jador era perfectamente consciente que todo no había acabo en aquella habitación de hotel, la cual estuvo prácticamente invisible a los ojos de los demás, y la cual fue testigo de miles de conversaciones, escenas inexplicables y miles, pero miles de besos que todos acabaron con el mismo tema y fin, que Irina, siendo un simple disfraz de aquel ser, intentara obtener el poder de la esfera que se hallaba en el interior del chico. 

Desamparado, perdido y sin nadie a su lado, Jador se encontraba inmerso en sus pensamientos, y de ahí no salía para nada. Siempre caminaba por la calle como un transeúnte más y no como una figura artística ya muerta y más que enterrada. En realidad el chico prefería ir de incógnito. No quería saber más del mundo que se alzaba a su alrededor, y sólo le apetecía volver de nuevo a aquella casa rural, sin gente a su alrededor y que los sonidos de la naturaleza le ocasionaban cierto placer auditivo el cual le permitía vivir en paz el tiempo que fuera necesario. 

Paseaba por las calles de Nueva York, abrigado de pies a cabeza, oculto bajo unas simples y finas gafas de sol de marca y sintiendo cómo el frío que golpeaba su cuerpo le era imposible incidir a su interior y helarlo. Cada ráfaga de viento que le golpeaba y no sentía cómo calaba sus huesos, era como una pequeña victoria que Jador celebraba en su interior. Parecía un niño pequeño, pero él sabía que estaba disfrutando, y que por muy niño pequeño que pareciera, nadie y ni él mismo, lo iba a impedir. 

Mientras continuaba con su pequeño juego a ser “rey del viento” por unos momentos, encontró tirado por un callejón y con muy mal aspecto, un viejo cartel, un viejo cartel casi destrozado por completo y adherido a una multitud de más carteles por lo que pesaba y aumentaba su grosor. Jador se agachó, lo cogió y pudo apreciar que se trataba de un típico cartel en el cual aparecía vestido con extrañas prendas, y anunciando su nueva gira mundial. Al instante, miles de imágenes llegaron a su mente, todas relacionadas con aquella vida de fama y lujo, de fotografías interminables y de conciertos arrasadores. Ésa era la vida que Jador vivió y ésa era la vida que nunca volvería a tener. Maduró y fue consciente que ya todo lo había ganado, había conseguido escapar, vivir experiencias no gratas pero que le hicieron engrandecer como persona, llegar a la fama de una manera impresionante, caer como una buena joya de cristal y oro, romperse como tal, vengarse de todos sus fantasmas del pasado y llegar a ser lo que era ahora, un simple humano más, poseedor de una fuerza y magia sorprendente y… Perdido como nadie. 

Decidido, tras observar un poco el cartel y recordar todo aquello, lo tiró al suelo nuevamente y decidió huir hacia su antigua casa rural, alejada de todo aquel mundo, un lugar, un espacio personal e íntimo y sólo para él y nadie más. Cogió la esfera y justo antes de pedir un deseo, se lo replanteó por unos segundos. Halló un camino clave y bien visible, por lo que acercó la esfera a sus labios y deseó: Deseo volver a mi casa rural.
Como si se tratara de un teletransportador, Jador desapareció de aquel lugar e inmediatamente llegó justo en frente de su antigua casa. Exteriormente seguía manteniendo el mismo estado. No había surgido ningún cambio, excepto por la madera que parecía estar un poco agrietada debido a las fuertes lluvias que se sucedieron días pasados, además, las plantas habían incrementado su tamaño y apenas se veía el suelo para poder llegar hasta la puerta y poder abrirla. Jador como bien pudo, apartó aquellas plantas, abrió la puerta con su llave que la guardaba con sumo cuidado colgando de una cuerda en el cuello, y la introdujo por la cerradura. 

Rápidamente, como si el destino quisiera que una ráfaga casi aromática le golpeara la cara y le hiciera recordar viejos tiempos en aquella casa, Jador pudo olfatear un poco aquel olor a madera, además de una mezcla a casa cerrada. Era extraño aquel aroma, pero le produjo cierto placer olfativo y cerró sin pensárselo y sin percatarse que no había luz, la puerta. Caminó un poco más y pudo percatarse que todo seguía estando en el mismo sitio en que él lo dejó meses atrás. Es perfecto llegar a tu casa tas mucho tiempo, y ver cómo todo mantiene su estado original, produce cierto placer a nuestro ser y eso mismo le pasaba a Jador. Aquella casa era como su santuario, y era increíble para él que no hubiera ningún cambio extraño. 

Algo le escamó y le puso el vello de punta. Toda aquella armonía se rompió, todo aquel equilibrio entre su ser y el ambiente, quedó totalmente partido en dos y todo por una presencia extraña que le causó tal escalofrió, que no pudo evitar rechistar los dientes. Miró a su alrededor, y como si se tratara de una sombra fantasmagórica, apareció el cuerpo de Irina saliendo de una habitación a oscuras. Con aspecto enfermizo, y tartamudeando, le dijo:

—J-Jador, a-ayúdame-e.

Jador se puso en guardia, y le preguntó:

— ¿Qué haces aquí, ser? No vas a poder obtener el poder que hay en mí, ¡nunca!

—N-no hay n-ningún s-ser, Jador.

— ¡Claro que sí lo hay, no podrás engañarme, Irina!—Jador sacó la esfera y al momento, los ojos de Irina se abrieron lo más abiertos posible.

—N-no Jador, s-soy yo I-Irina, l-la de v-verdad. E-ese absorvió m-mi  a-alma y c-casi m-muero—dijo Irina entre tartamudeos, mientras se acercaba a Jador paso a paso. 

— ¿De verdad, Irina? ¿Eres tú la de verdad?

—C-claro q-que sí, J-Jador, s-soy yo.

Irina ya se encontraba justo ante Jador. Su aliento era asqueroso, sus ojos estaban encharcados en sangre y su pelo totalmente enmarañado, grasiento y sudado. Su pálida tez mostraba signos de enfermedad, pero aquellos dientes, unos dientes totalmente destrozados, a trozos y ennegrecidos, parecían mostrar otros síntomas ajenos a una enfermedad. Se miraron por un momento a los ojos y tras aquello, Irina abrió su boca rápidamente, se alzó en el aire hacia el cuerpo de Jador, cayó sobre su espalda, y empezó a morderle el cuello violentamente. Jador, casi sin poder actuar debido al dolor, cogió la esfera, pero antes de poder realizad nada, Irina le golpeó y salió volando hacia una habitación.

Jador comenzó a dar vueltas para que aquella cosa pudiera separarse de él, y lo consiguió, tras dar unas vueltas consiguió que Irina pudiera salir también por los aires y chocara contra la pared de madera. Jador aprovechó las circunstancias y corrió hacia la habitación. Vio la esfera, tirada junto a la cama y de nuevo se la arrebataron. Antes de ir a por ella, apreció algo similar como a una babosa negra y escamosa, con ojos amarillentos, coger la esfera y llevar bajo la cama. Jador no sabía qué hacer, e Irina le impidió pensar debido a se abalanzó hacia él y cayeron los dos a la cama. Enzarzados en una lucha cuerpo a cuerpo y sin ningún arma, comenzaron a golpearse mutuamente, a intentar separarse Jador de ella, y a recibir grandes mordidas por parte de Irina. Aquella cosa ya no era humana, era un ser demoníaco del infierno, ni a zombi llegaba siquiera, sus movimientos eran rápidos, y la finalidad no era devorarle, sino matarle desangrándolo o destrozándolo. Pero aquella pelea no era bastante, la babosa que se encontraba bajo la cama, comenzó a atravesarla con sus afiladas patas. En ocasiones aparecía la esfera y Jador iba en su busca, pero rápidamente desaparecía en la penumbra. 

Jador no sabía qué hacer, estaba totalmente sin escapatoria y arrinconado por dos cosas, por dos bichos que querían matarle. Aprovechó cuando Irina se abalanzaba nuevamente hacia él, para cogerla por los aires y la lanzó hacia una de las patas de aquella babosa. Con un estruendo casi similar al de una ballena, Jador se percató que en el techo se hallaba aquel ser de sus sueños, totalmente expandido en él y movimiento sus dedos como si aquellas dos cosas fueran sus títeres y quisiera acabar con su vida. Jador cogió la esfera en un momento en el cual aquel ser del techo no actuaba, la puso rozando sus labios y deseó: Deseo que todo esto acabe, deseo que Irina y ésta babosa mueran, ¡deseo que este ser se desvanezca! 

Al momento, un estruendo inducido por la esfera, emanó, como por ondas expansivas, destrozando el cuerpo de Irina al completo, haciendo desintegrar a la babosa, y viendo cómo el ser de sus sueños, mientras gritaba sin parar, se iba desvaneciendo poco a poco, consumido por el suelo y finalmente desaparecido de aquella habitación. 

En ese momento, para Jador volvía a ser todo igual que antes. ¿Cómo sería su nueva vida? No lo sabía, pero lo que sí sabía es que aquel 15 de septiembre todo cambió, y que una nueva vida, lo más seguro llena de alegrías, llegaba.

15, septiembre, 2021


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