domingo, 3 de julio de 2011

Capítulo 11: Susurros a la esfera.

Corría por la colina cuesta abajo. Sujetándose a los pequeños árboles y a las diferentes ramas que colgaban de ellos, evitaba de esa manera caer estrepitosamente y ser capturado por el Sr. Martín.

Jador no imaginaba que tuviera que huir de nuevo de alguien y encima tras herirlo gravemente. Al menos en esta ocasión no lo llegó a matar, cuya oportunidad la tuvo saboreando en sus manos. Prefirió atacar de una manera más inteligente y huir rápidamente sin perder tiempo en otro asesinato.

Oía los gritos de aquel hombre. Eran fuertes y desesperantes. El chico llegó hasta el lago para refrescarse un poco ante tal persecución. La cuesta que iba desde aquella mansión hasta el lago era inmensa, pues jamás el chico había bajado tantísima pendiente en tanto tiempo y a tanta velocidad.

Mientras cogía agua con ambas manos y la echaba a su cara para poder refrescarse, más allá de ésta pudo ver reflejada en el agua la silueta del Sr. Martín aproximándose a cada zancada que daba y a gran velocidad. Su cara estaba llena de sangre al igual que sus manos, todo por una gran brecha que Jador le ocasionó con un gran trozo de madera.

El chico se levantó rápidamente pero al no ser precavido, el hombre pudo saltar y conseguir tirar al suelo. Los dos cayeron sin demora sobre las piedras, por lo que Jador se quejó debido al fuerte impacto. El Sr. Martín comenzó a estrangularlo.  Sus ojos eran un gran reflejo de toda la maldad y las ansias de muerte que anidaba en su interior. Jador pudo observar cómo sus venas, sobre todo las del cuello y de la cabeza, comenzaron a sobresalir hinchándose cada vez más como si éstas explotasen en cualquier momento.

El chico sabía que si no hacía algo pronto, moriría. Se estaba quedando sin oxígeno y notaba cómo su sangre iba aumentando la presión en sus venas. Usando casi la misma táctica que la otra vez cuando puso matar a Rick: cogió una piedra y golpeó con todas sus fuerzas la cabeza del hombre. El Sr. Martín cayó al agua debido al impacto de ésta sobre la herida que le causó Jador. Ese justo momento era el correcto y prescindible para salir corriendo lo más rápido que pudiera, evitando de esa manera matarle y que el Sr. Martín hiciera lo mismo con él si el chico no lo conseguía.

Sus piernas corrían por sí solas, como si fueran automáticas, como si su cerebro le hubiera obligado directamente y estuviera incidiendo en ellas sin control alguno. Los gritos del Sr. Martín comenzaron a oírse por todo el boque. Jador estaba muy asustado y con la respiración bastante agitada casi no pudiendo inhalar oxígeno siquiera.

Llegó a un claro del bosque. Pudo observar una inmensa piedra justo en medio y la luna asomada entre los árboles. Al fondo apreció lo que sería su refugio por un tiempo hasta que el Sr. Martín desapareciera de aquel lugar y se fuera a su respectiva mansión. Era un árbol de grandes dimensiones, con una copa abundante en hojas y ramas de gran tamaño y con unos huecos suficientemente grandes como para él ocultarse en ellos sin ser visto por si el Sr. Martín continuaba en su búsqueda. Decidido, Jador corrió hasta el árbol y comenzó a trepar por él, escondiéndose en lo más profundo pero con una perspectiva perfecta para observar el claro y ver si aquel hombre aparecía. En efecto, su técnica fue la correcta. El Sr. Martín apareció por el claro del bosque, buscando cual cocainómano ansioso por su droga tan preciada. Jador pudo darse cuenta que el amanecer comenzaba a asomarse por el horizonte, momento perfecto ya que el Sr. Martín tendría que ir a su casa puesto que aquel día unos representantes de una gran compañía de cine, habían concertado una cita para entrevistarlo y por suerte, ofrecerle un papel. Así pues, Jador pudo observar desde lo más alto del árbol y bien escondido, que el Sr. Martín se daba la vuelta, defraudado, se dirigía hacia su mansión para arreglarse un poco, curar sus heridas y estar lo buenamente presentable para la entrevista.

Jador se mantuvo en su lugar por unas horas. Estaba cómodo, pero se debía cerciorar que el Sr. Martín estuviera en su mansión al cien por cien. El chico, recostado sobre una gran rama, comenzó a pensar en todo lo ocurrido en su vida. Era bastante inusual que en tan pocos meses hubiera sufrido tanto, escapado, violado e incluso matado. A su mente llegaron mil y una imágenes sobre todo lo ocurrido, pero no lloró, no soltó ni una sola lágrima por sus ojos. Estaba bastante acostumbrado y su cuerpo y mente ya eran suficientemente fuertes como para evadirse  y hundir de aquella manera. Jador también recordó aquel sueño tan extraño. Esa figura o ser que estaba controlando su sueño y que le hablaba de un extraño objeto, no volvió a aparecer en sus tenebrosos sueños tras pasar algunos días recientes a él.

El chico pensó que ya era la hora de bajar del árbol e ir a un lugar más seguro. No estaba desaliñado, ni tampoco tenía sangre por su cuerpo, aunque sí en sus manos. Inconsciente de ello, salió del bosque y pudo ver a unos cuantos metros lo quera una cafetería al más puro estilo americano. El chico anduvo un rato tras recrear una mueca de esperanza y satisfacción. Ver un sitio donde hay gente que no quiere matarlo, un sitio dónde hay agua para lavarse y comida, era realmente fantástico en su situación.

Entró y lo primero que vio fue una camarera fumando un cigarrillo, una gran barra llena de vasos de diferentes tamaños, unas cuantas mesas con sillas de respaldo en rojo y diferentes fotos o cuadros colgados en las pareces, acompañada toda la estancia por una música de estilo pop-rock. El chico continuó con su expedición sobre el lugar y se dirigió hacia la barra donde estaba la camarera. Se sentó sobre una silla sin respaldo y le pidió:

—Por favor, un vaso de agua.

La camarera le observó con cara de desprecio al no pagar ni un solo céntimo y pedir agua gratis, aún así ésta se lo cedió como cliente que él era. Tragar aquel vaso de agua fresca para Jador fue tal placer, que pidió otro mostrando ésta vez una mano llena de sangre seca. La camarera se fijó rápidamente, le cedió el vaso mientras daba una calada y le preguntó:

— ¿Qué te ha pasado en la mano, buen chico?
—En ambas manos—dijo enseñándole las dos y prosiguió—.Un accidente, he tenido que salir huyendo de mi propia casa. Como espero que sepa, no tengo nada de dinero.
— ¿Piensas que voy a invitarte a comer?

Jador se quedó mirándola esperando un “bueno, vale” por parte de ella. La camarera lo miró detenidamente y terminó cediendo, invitándole a un buen plato de tortilla de patatas y un vaso de coca cola. Mientras Jador engullía la comida como si muriera en segundos y quisiera ingerirla antes de ello, un hombre de mediana estatura, grueso y de avanzada edad, vistiendo con una indumentaria de leñador, se sentó a su lado y al ver cómo comía le exclamó:

— ¡Chico, para de comer así. Te va a dar algo!
—Estoy muerto de hambre, señor. ¡Necesito comer ya!

El hombre tras reír un poco, se fijó en sus manos y le preguntó:

— ¿Qué te ha pasado, chico?
— ¿Realmente quiere saber qué me ha pasado?
—Sí…no es normal que tengas las manos llenas de sangre seca.
—Bien pues, lo que exactamente me ha pasado…—empezó a contar mientras la camarera y el hombre oían atentamente—. Es que mi vida ha sido muy dura. Me trataban mal mis compañeros, me rompieron el corazón, mi hermano me violaba siempre que él quería, con tan sólo 15 años que son los que tengo ahora, maté a un agresor mío, luego tras huir, llegué aquí, a la casa del Sr. Martín como ven un gran actor antaño. Me convertí en su esclavo sexual a cambio de cobijo y comida. Finalmente me cansé y he huido de nuevo.
Las dos personas presentes ante la historia se quedaron atónitas y sin palabras. Jador terminó de comer y dando las gracias, salió de la cafetería adentrándose en otro bosque y siendo totalmente indiferente ante el colapso mental que había ocasionado a esas dos personas totalmente desconocidas y a las cuáles, les desveló su oscura vida.

Aquella noche, durmiendo sobre la fina hierba y contemplando la luna en aquel oscuro cielo, pero rodeada de estrellas, tuvo un sueño. Tuvo un extraño sueño que pensó que jamás tendría. No había en él ninguna escena o imagen visualizada correctamente. Eran un conjunto de cosas extrañas, la mayoría imágenes de su vida mezcladas unas con otras. Las demás extrañezas, eran oscuras profundidades en las cuales siempre aparecía una esfera brillante con signos grabados y trazos hermosos. <<Es tu momento, Jador>>, oía en sus sueños todo el tiempo. Jador despertó sobresaltado y con el corazón encogido por las pesadillas. Respiró hondo y una vez se sintió algo calmado, oyó un ruido a su espalda. Se giró violentamente y pensó que sus temores se estaban haciendo realidad. Pensó que el Sr. Martín estaba ahí, justo detrás de él, escondido en los matorrales, esperanzado en poder matarle y manchar su joven cuerpo con sangre.

Otro ruido, éste era similar a un chasquido pero por el fondo se oía como una especie de zumbido intenso. Jador se puso en guardia, abrió bien sus ojos y pudo observar algo brillante, al vuelo y moviéndose de un lado a otro con rapidez. Jador, como si hubiera sido atraído por una fuerza invisible, comenzó a andar en dirección hacia ese objeto brillante y rápido. Atravesó los matorrales y pudo ver que aquel objeto era una esfera de pequeño tamaño, justo en el centro y sobre un inmenso lago y en alto, flotando en el aire. Jador vaciló durante unos segundos si meterse en el agua para ir a por la esfera, pero al sentir que su cuerpo no se introducía en el agua, sino que podía andar sobre ella, continuó con su travesía.

Cada vez estaba más cerca de aquel objeto con forma de esfera y con esa luz tan intensa y brillante. Tenía la esfera a unos centímetros de su cara, podía sentir su luz atravesar su piel, sus huesos, sus músculos, todo su cuerpo. Sentía un calor intenso atravesarlo y recorrerlo de cabo a rabo.

La tocó. La cogió y en su mano la esfera descansaba irradiando mucha más intensidad y luz. Jador pudo percatarse que había algo grabado en ella, unas frases en otro idioma ilegible, pero que por ser él quien poseía la esfera en sus manos, tenía la capacidad para susurrar aquellas palabras a la esfera. Lo hizo y el efecto que ocasionó fue sorprendente, casi mágico. La esfera refulgió más intensidad, calor y luz y en ese mismo instante, Jador supo que con ella podría realizar todo cuando quisiera y deseara. No tenía ni la más remota idea de cómo apareció aquel objeto y cómo le pertenecía en ese mismo instante. Sólo sabía que podía desear deseos los cuales se harían realidad.

EL chico guardó la esfera en su bolsillo y tras eso se sentó en una gran piedra, meditando sobre todo lo ocurrido. Llegó a la clara conclusión que aquella esfera era como un regalo por todo su sufrimiento, un regalo cedido por alguien que debía descubrir en un futuro próximo.

 Tras aquello, volvió a dormir. 
Viernes, 17/02/12.


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