domingo, 28 de agosto de 2011

Segundo Libro. Capítulo 9: La persona.

Despertó en una mañana sombría y fría de invierno. Los copos de nieven continuaban cayendo, y las calles estaban nevadas. El hermoso paisaje invernal de la ciudad de Nueva York le ocasionaba a Jador un poco de nostalgia, además de tranquilidad. Era todo muy hermoso y curioso, cómo todo se había puesto de acuerdo en nevar durante toda la noche y lo que comenzaba de mañana, e inundar las calles por todos los rincones, de nieve.

Hacía ya tiempo de aquel sueño que tuvo con ese ser. Aún lo seguía recordando sin parar, como si cada noche lo volviera a tener y sufriera lo mismo sin poder evitarlo. Pero sólo eran pensamientos que su mente recreaba. Sólo pensamientos inútiles. De todas formas, las advertencias de ese ser sobre su futuro incidían sin parar día tras día. Jador estaba asustado, no sabía qué era lo que iba a pasar, pero estaba seguro que malo sería y que le llevaría a la ruina. Sabiendo pues que no era nada útil saber más sobre la esfera, paró de hacer continuos deseos algo ambiciosos para saber más sobre ella. Era una ventaja no tener que desear nada que fuera peligroso para su vida, simplemente por saber algo más de la esfera.

Aquel día, Jador y su equipo tenía un duro trabajo por hacer. Era la entrega de unos premios de la música, y Jador, debido a su vuelta en la industria musical y demás, fue invitado no sólo para estar allí, sino para actuar e impresionar a todos los presentes con su inminente regreso. Por ello, aquel día Jador estaba muy nervioso. Su mente estaba de un lado a otro, pensando en las musarañas y mordiéndose los labios continuamente debido por los nervios del espectáculo. Sabía que lo tenía todo bajo control. Sabía que el equipo que tenía era muy bueno y que su manager estaba siempre dispuesto a ayudarlo en todo lo que pudiera. Pero aun así los nervios eran fuertes y lo peor, en su interior sentía algo extraño, algo creciendo con lentitud, pero con un toque de extrañeza, desolación y miedo. No sabía de qué se trataba, pero algo malo iba a pasar, eso era cien por cien seguro.

Pegaron a la puerta, y Jador fue inmediatamente para abrirla: era Gordon. Jador corrió para darle un abrazo pero éste se lo negó rotundamente apartándose de su lado y entrando en la habitación como si algo lo estuviera atormentando, como si algo lo estuviera torturando sin parar en su mente colmada. Jador cerró la puerta, se sentó a su lado, y le preguntó:

— ¿Qué pasa, Gordon?

— ¡¿Qué, qué pasa?—preguntó irónicamente con enfado.

—Sí, ¿qué te pasa?

—El otro día consumiste drogas, Jador. ¿Qué te tengo dicho sobre tomar drogas mientras estás en una gira?

—No tomé ninguna droga, Gordon. Sólo aquel día, en Berlín y contigo porque tú me la diste—se excusó Jador.

— ¡Mentira! ¡Jamás te daría yo una pastilla!—negó Gordon, mientras las venas de su cuello resaltaban por el enfado y la irritación.

— ¡¿Cómo que mentira, Gordon? ¡Es la puta verdad!

 —Mira Jador… A parte de drogadicto, eres mentiroso. No puedo con una persona como tú. Me voy, has perdido mi confianza.

— ¡Gordon, Gordon! Ven—gritó Jador antes que Gordon pudiera salir por la puerta.

— ¿Qué quieres, Jador?

—Sabes que tengo la esfera, sabes que puedo pedir los deseos que me plazcan, si pido desengancharme de la droga, eso mismo me pasará, ¡me desengancharía de ella!

— ¡Paparruchas! Una tontería como una casa, Jador. Adiós—finalizó Gordon, mientras cerraba la puerta ocasionando un fuerte golpetazo.

Jador se sentía sólo y bastante mal anímicamente. Gordon se había enfadado con él demasiado, y encima sin motivo alguno. El chico no tomó drogas ningún otro día, sólo aquel día el cual tuvo ese sueño de advertencia, pero ningún otro.

Ya había pasado algo malo, algo que le ocasionaría un poco de trastorno a la hora de tener que actuar ante tantísimas personas su regreso al mundo del espectáculo. Pero no era nada comparado con lo que sufriría en horas. En su interior continuaba creciendo esa mezcla extraña que poco a poco iba siendo más grande y demostrándole a Jador algo de lo que pasaría.

Era la hora, y Jador se metió en el coche en dirección al espectáculo de premios musicales. Vestido con una indumentaria bastante llamativa e inusual por su parte, su pelo bien peinado hacia atrás y su cara perfectamente maquillada, Jador se encontraba ya en el asiento de la sala. Todo poco a poco se iba llenando de personas famosas, de cantantes con gran nivel artístico, de otros famosos como relleno o de invitados ante tal acontecimiento. Jador recibió muchos saludos y felicitaciones por parte de una gran cantidad de artistas, el chico no sabía si lo hacían para quedar bien o es que estaban bastante alegres porque su presencia y regreso hubiera sucedido.

Durante una hora Jador contempló la multitud de espectáculos. La mayoría eran bastante entretenidos y otros pocos, muy aburridos y sin sentido. Su momento llegaba poco a poco y sabía que debía estar cien por cien a pesar de lo ocurrido con Gordon. Así pues, llegó, y corrió inmediatamente antes que acabara la actuación anterior a él, para estar listo, con la ropa puesta, con sus bailarines al lado, con micrófono en mano y con los nervios apaciguados, listo para una actuación sin precedentes. Las luces se apagaron, y su voz sonaba sin música, sola, soltando chorros de aire de diferentes tonalidades y grados. A continuación las luces se encendieron, los vítores de la gente resonaban por toda la enorme sala, y su música comenzaba a sonar fuertemente mientras varios pasos de baile eran admirados por todo el público.

Hasta la mitad de la canción, Jador no paraba de cantar. Cuando llegó el momento exacto, se apartó de la vista de la gente, y se dirigió hacia la parte trasera para quitarse la chaqueta, ponerse una corona de luces extrañas en la cabeza y salir nuevamente para continuar con su canción. Se sentía eufórico, contento, alegre y extasiado. Sabía que todo iba bien y que al público le encantaba la actuación. En efecto, todo iba demasiado bien hasta que vio la figura y el rostro de alguien de su pasado. Quien le dio la corona que se puso en su cabeza, y quien le quitó la chaqueta, era aquella persona con la cual jugó duramente y fríamente en el pasado. Aquella persona que iba en busca de venganza y aquella la cual, el ser le advirtió que tuviera mucho cuidado, que regresaría.

El rostro de Jador enmudeció. No sabía cómo reaccionar. Sus ojos la miraban fijamente sin parar, y su boca estaba completamente seca, al igual que su garganta. Dieron el toque de salida unas tres veces, y la música continuaba sin su voz, algo que extrañó demasiado al público, pero que continuaba gritando y deseando verle. Lo empujaron, lo movieron y lo llevaron hasta el escenario, mientras que el rostro de aquella persona lo miraba fijamente, con una pequeña sonrisa dibuja en sus labios y con la cabeza ladeada a un lado mientras sujetaba la chaqueta. A partir de ahí, Jador actuó peor que mal. La gente se quejaba, le lanzaban cosas y en ese instante se convertía en el hazmerreír de toda la gala. En excusa de ello, Gordon comenzó a decir por todos los medios de comunicación, que Jador estaba drogado, que su mente comenzó a visionar extraños seres nacidos de su cabeza y que no tenía ningún sentido, que por ello lo hizo tan mal.

La imagen y la figura de Jador volvieron a caer en picado hacia la deriva. De nuevo era lo peor, de nuevo su carrera había fallado mucho, pero no acabado. A las dos semanas siguientes, Jador mientras se encontraba en su pequeño apartamento alejado del bullicio y de la multitud, recibió una carta sin remitente. La abrió y leyó lo que decía:

“Querido Jador:

Te he arruinado la carrera y tu vida. Esta era mi venganza y ninguna otra. Me hiciste mucho daño, jugaste conmigo, me torturaste y me convertiste en lo peor entre mi gente. Ahora tú eres lo peor entre tu gente, ahora te estoy torturando y ahora he jugado contigo. Te lo merecías Jador. Espero que no nos volvamos a ver.”

Su corazón latía sin parar, pero en efecto, se lo merecía.          

30, enero, 2018   


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